POLVO
DE ESTRELLAS
(Josep Sebastián)
Había
una vez una pandilla de angelitos que jugaban,
reían y gritaban alborozados
saltando de nube en nube.
Un
día, al despertar, se dieron cuenta que no había una sola nube y por tanto no
podían jugar como cada mañana. Pero desde el cielo descubrieron allá abajo otro
azul que competía con blancos remolinos de espuma.
El
mar. Nunca habían visto nada igual, cual prodigio desconocido.
Ilusionados
y con asombro empezaron a volar de un lado a otro por ver de cerca aquella inmensa
masa de agua que se movía bajo sus alas.
Uno
de ellos, de rizos dorados y boca pequeña, hechizado por aquel espectáculo en
movimiento, preguntó a un ángel mayor como se llamaba aquel lugar. Y él le
contestó:
—El mar rodea la tierra, y el lugar que estás contemplando ahora se
llama Barcelona, una ciudad maravillosa.
El
angelito, inquieto, volvió a preguntar:
—
¿Podemos los ángeles pedir deseos?
—Nosotros no necesitamos pedirlos —le contestó—. Con la fuerza del
pensamiento nos sumergimos dentro mismo de los deseos, como las gaviotas en el
agua.
El
ángel de rizos de oro cerró los ojos y con la fuerza de su mente y todo el amor
que le fue posible se convirtió en gaviota.
Así
pasó unos días, entre el cielo y la tierra, imitando los movimientos de las
aves.
Un
día, una niña que jugaba en la playa posó sus ojos en la gaviota, la cual,
atraída por la fuerza de aquella mirada, se acercó a picotear sin miedo la
galleta que tenía en su mano. En ese instante en que ambos sintieron que se
pertenecían, la gaviota volvió a ser
ángel y la niña le puso el nombre de Pol.
Nunca
más se separarían.
Una
tarde calurosa de agosto, en una céntrica plaza de aquella ciudad, jugaban la
niña y el pequeño Pol haciendo volar extrañas hojas alargadas caídas de los
árboles. Un hombre que leía un libro en un banco cercano se fijó en aquellos
bucles dorados y notó que era un niño muy especial.
—Dame,
dame algo para escribir —pidió a la niña—, que se me ha ocurrido una idea y no
quiero que se me escape.
La
niña le ofreció lo único que encontró en su cartera, un cartoncito pequeño y un
poco arrugado. El hombre escribió:
Por el cielo,
Olas de terciopelo
Levitan, como tu pelo.
Empezó
entonces a llover, y embriagado por la visión del arco iris y el olor de la
tierra mojada, el hombre le confesó:
—Hoy
no llueve solamente agua, Pol. También cae polvo de estrellas desde un lugar
que muy pocos conocen. Le pondremos un nombre, ¿te parece?
Y
se inventaron una nueva palabra. Metasía.
Al instante, el hombre desapareció.
Metasía:
f. Espacio que está más allá de la fantasía. Lugar al que solo es posible
llegar a través de la fantasía.
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