TANATORIO ESTE…O ESTE
(Josep Sebastián)
Ayer
me ocurrió algo insólito.
Había fallecido una tía mía por la mañana, y me informan que la capilla mortuoria estará
dispuesta a partir de las seis de la tarde en el tanatorio este de la ciudad.
Pensé en acercarme al salir de la oficina, y nada más entrar en recepción
compruebo que en la pantalla con la lista de obituarios no figura su apellido,
o al menos el que yo creía que tenía. Miro por el nombre, Josefa, y hay una tal
Josefa García (pienso “igual es esa, y el apellido que yo creía me lo había
inventado”, era una parienta no muy próxima…) en la Sala 3.
Me
dirijo a la capilla en cuestión pero mirando todas por la que pasaba por si
acaso iba errado con el nombre. Voy mirando discretamente a la gente y la gente
a mí, estos no tan discretamente, más bien indagantes. La situación se me hace
cada vez más incómoda, como si estuviera alterando la amable relación de la
muerte con el mundo de los vivos.
Llego
a la capilla número tres y hago un esfuerzo por reconocer a alguien, una cara
atrapada en el pasado, una mueca especial, una voz que abra mis tímpanos a la
memoria de la niñez. Se acerca una señora y me dice si quiero ver al difunto.
Doy
media vuelta y me alejo con cara de circunstancias. Pongo en marcha el coche y
por los altavoces suena “If it is goodbye”. Créanme, no es una escena de un
cortometraje de vanguardia.
Era
yo en todo mi ridículo esplendor.
Hoy
ha sido incinerada Josefa Royo en los crematorios del tanatorio Oeste de la
ciudad.
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