sábado, 29 de agosto de 2015

Por siempre, Cenicienta



POR SIEMPRE, CENICIENTA

(Josep Sebastián)

En su carrera por desaparecer del baile real antes de medianoche, Cenicienta se cayó por las escaleras de palacio dónde, aparte de perder su zapato de cristal, sufrió un fuerte esguince en el pie.
Ante las risas de su madrastra, el  hinchado empeine malogró los intentos del duque por calzarlo.

viernes, 28 de agosto de 2015

Cuentan los cuentos



CUENTAN LOS CUENTOS

(Josep Sebastián)

Mi madre me decía antes de acostarme :
“Te voy a explicar el cuento de María Salamiento, que se fue a cagar y se la llevó el viento”.
Y se quedaba tan ancha. A los cinco minutos, y viendo que aquello se acababa allí, optaba por dormirme.
Cincuenta años más tarde, y desempeñando mi profesión de comisario de policía, me ha llegado el siguiente informe forense.

En Camarillos, a 28 de agosto de 2015, doña Antonia Acertijos, médico forense del Instituto de Medicina Legal de Teruel  y en virtud del juramento que tiene prestado,
MANIFIESTA
“Que los restos del cadáver encontrado en el paraje conocido como La Ventisca, cubierto por abundante hojarasca acumulada durante años, pertenece a una mujer de mediana edad fallecida a principios del siglo XX. Por su indumentaria hace pensar que no es del lugar, pero no se establece cómo llegó hasta allí,  aunque puedo asegurar que cayó de arriba abajo y el golpe contra el suelo la causa de su muerte. Llevaba las bragas bajadas hasta el tobillo pero se descarta cualquier signo de violación”

Ahora entiendo por qué mi madre nunca quiso explicarme el final del cuento.

jueves, 27 de agosto de 2015

miércoles, 26 de agosto de 2015

El verdugo disciplinado




EL VERDUGO DISCIPLINADO

 (Josep Sebastián)

D.Wheaterbee era el verdugo de la prisión central del estado de New Hampshire. En unas vacaciones violó y asesinó a dos mujeres. Fue detenido, juzgado y condenado a muerte.
La noche anterior al día señalado, y en un alarde de extrema profesionalidad, se colgó de una viga de su celda.

Cantos de sirena




CANTOS DE SIRENA

(Josep Sebastián)

Recuerdo que, siendo niño, si oía una sirena mientras iba hacia mi casa, siempre creía que era un coche de bomberos dirigiéndose a nuestro edificio en llamas.
Con egoísta satisfacción comprobaba al girar la esquina que no era cierto, más aun, dirigía una mirada a la casa de enfrente dónde vivía un compañero de escuela al que todos teníamos manía, Paquito Barrachina.
Paquito tenía un juego de química con nombre de astronauta soviética, Quiminova creo se llamaba. Era la envidia de la clase, siempre andaba haciendo experimentos que ostentaba con orgullo. Un año los reyes me trajeron uno parecido, pero con fórmulas más  complejas y con más productos y utensilios. Se llamaba Atom y en la caja ponía made in Germany.
Un día, volviendo de la escuela, y absorto en mis pensamientos de haber conseguido la fórmula y fabricación de un producto químico con un nombre de lo más sofisticado, Nitroglicerina, no oí la sirena antes de doblar la esquina y contemplar mi edificio derrumbado y en llamas. Paquito, en el balcón de enfrente, jugaba sin inmutarse una partida de “Hundir la flota” con su hermano gemelo.
Me pregunto por qué les escribo todo esto desde el camarote de una fragata de la marina de mi país, en una guerra que no es la mía y a tantos kilómetros de casa. Quizás porque espero el momento en que nos den el “tocado y hundido” y un grupo de sirenas me seduzca con aquellos cantos que yo escuchaba por las calles de mi barrio.