Evitaba las reuniones de vecinos. Temía
que al estar presente saliera perjudicado en el reparto de cargos, pero siendo
en el piso de la rubia del tercero le hizo cambiar de opinión.
Más tarde, mientras la reunión del
tupper-sex continuaba, sonreía vestido de negro látex frente al espejo del
recibidor.
Madeleine Peyroux, cantante, guitarrista y compositora de jazz, comenzó
su carrera musical formando parte del Lost Wandering Blues & Jazz
Band en París. En 1996, con apenas 22 años, sale su primer disco en
solitario, Dreamland, cuyo éxito le da a conocer al público en general. Half the perfect world es su tercer disco, publicado en 2006.
En este trabajo podemos escuchar versiones de “La javanaise”, de Serge
Gainsbourg, “Smile”, de Charles Chaplin, “The heart of Saturday night”,
de Tom Waits, o “Everybody´s talking”, de Willie Nelson, así como cuatro
temas compuestos por ella, junto a Larry Klein (productor), en las que
su voz suave y personal -cuya tono, fraseado y cadencia recuerdan a
Billie Holliday y Bessie Smith- encaja perfectamente con la música y las
canciones que interpreta. Esto no quiere decir que Madeleine Peyroux
“imite” a las clásicas, sino que utiliza esa capacidad como mejor
conviene a la canción, como un recurso más para darle cromatismo,
profundidad y/o emotividad, según convenga, a la composición. Porque
Madeleine Peyroux no se limita a interpretar canciones, sino que las
posee.
Un disco, de impecable factura, recomendado para quienes gusten del
jazz/blues clásico, de la música suave, sin estridencias, de las
canciones que recuerdan los viejos buenos tiempos del jazz.
Un fuerte resfriado le obligó a guardar
reposo en casa, alejado de sus amigos y libre de obligaciones escolares por
unos días.
Pasaba largas horas mirando desde la
ventana el trasiego imparable de coches de bomberos, taxis,
ambulancias, bicicletas, turismos, coches de policía, motos con y sin sidecar,
descapotables. También aviones e
incluso vio caballos al trote en desfile.
Una vez recuperado, pudo bajar de nuevo a
la polvorienta y pedregosa calle, dónde sus amigos le esperaban con las canicas
preparadas para jugar al gua. Parecía como mareado mientras esquivaba enormes
ratas y algún perro vagabundo perseguido por los empleados de la perrera.
Al cruzar la calle se detuvo a mirar como
tres operarios de tez oscura desmontaban el tiovivo que había animado las
fiestas de aquel barrio periférico.
Esta mañana ha aparecido el cadáver de un
pingüino en los márgenes de una carretera comarcal cercana a Las Hurdes.
El suceso ha generado gran expectación.
A miles de kilómetros de allí, cuatro
pájaros bobos pasan con indiferencia al lado del expedicionario ártico que
llevaba más de una semana desaparecido.