lunes, 27 de julio de 2015

Disco de la semana (31): Calle 54 . Varios artistas


CALLE 54




La calle del
jazz latino

  Otros peciales
  Calle 54 es un recorrido por el jazz latino. Por el jazz latino de Fernando Trueba y de los músicos que escogió para su proyecto, sus favoritos. Una travesía armoniosa y, sobre todo, sabrosa, en lo musical y en lo visual. El espectador, metido en la orquesta gracias a los primerísimos primeros planos y al impecable sonido, ya sabe que no está viendo un documental sobre jazz latino. Tampoco una filmación de un concierto, con planos largos y aburridos. Está metido en la banda en lugares imposibles. Encima de la tumbadora, entre el saxo y la trompeta, sobre el teclado, y mirando el conjunto al mismo tiempo.  
  El director  
  Su carrera cinematográfica es ya bastante conocida. Desde su Opera prima, hasta La niña de tus ojos, pasando por el Oscar de Belle epoque... Ya en la pantalla había asomado su afición por la música y más específicamente por el jazz latino. Específicamente en Two Much el compositor de la banda sonora, es Michel Camilo y la orquesta que aparece en las escenas finales está integrada por el propio Camilo en el piano, Cachao en el bajo y Paquito D'Rivera en el saxo.
Fernando Trueba asegura que su vida cambió a principios de los ochenta el día que un amigo, Nat Chediak, le regaló un disco de Paquito D'Rivera, Blowin. "Aquel disco fue para mí una revelación: allí había clasicismo e innovación, tradición y vanguardia, belleza y experimentación, todo en dosis perfectamente mezcladas. La exaltación que me produjo aquella música me convirtió en un adicto a Paquito". Gracias a ese presente, desde hace pocos años, el jazz latino ha encontrado en Fernando Trueba, no sólo un melómano apasionado, sino un gran promotor: "Llevo años disfrutando de esta música y quería retribuirle, de alguna manera, lo que ella me ha dado".
La idea de hacer la película ya le llevaba tiempo rondando la cabeza, mientras preparaba el terreno, ocupó otros campos de la comunicación para expresar su "adicción" por esta música que lo apasiona: Edita, junto con la Fundación Autor, el Diccionario de jazz latino de Nat Chediak, la primera publicación académica exclusiva de ese género musical, produce, también junto a Chediak, Manteca, programa radial de jazz latino concebido desde y hacia Miami y España. Además crea Lola Records, sello discográfico especializado que como primer disco lanza Spain, que registra el trabajo que el pianista dominicano Michel Camilo y el guitarrista flamenco Tomatito han venido paseando por muchos escenarios, desde Japón a Nueva York.
Una de las preguntas que insistentemente contesta Fernando Trueba es aquella que relaciona su película con Buena Vista Social Club de Wim Wenders y hasta qué punto se está montando en la ola que ha generado ese proyecto. "Buena Vista", afrima Trueba, "es más una película sobre los músicos que sobre la música. Calle 54 es una película sobre la música". Y añade, "el proyecto de esta película es muy anterior a que Wenders conociera siquiera la existencia de Compay Segundo. Con Calle 54 no hemos partido de un éxito de ventas discográfico, sino de la calidad y del amor a esta música".
  La premier  
  "Ya era hora de que el cine le prestara algo de atención al jazz", afirmó Trueba en Santiago de Compostela, en el marco del Compostela Millenium Festival, donde se estrenó mundialmente Calle 54. Este festival le dedicó especial importancia al jazz latino y rodeando al estreno, se presentaron en concierto varios de sus protagonistas: Paquito D'Rivera y su quinteto, Jerry González y Fort Apache Band, Chucho Valdés, Chano Domínguez y Michel Camilo, todos con rotundo éxito.
La noche del 21 de agosto, extraordinariamente fría y con nubes amenazantes, se proyectó la película en enorme pantalla desplegada en la Praza do Obradoiro llena de peregrinos, pero de aquellos que llegaron a Santiago en busca de jazz latino.
Al día siguiente Trueba declaraba: "Para mí la proyección de ayer ha sido una de las más maravillosas a que he asistido a pesar de que estaba temblando tanto por la posibilidad de la lluvia como por la presencia de muchos de los músicos que intervinieron en la película ¿Les gustará a ellos? me preguntaba".

Paquito D'Rivera, que se presentó con Michel Camilo al piano, justo al terminar la película en un maravilloso encuentro de estos dos músicos, sin más que su saxo y su piano, aseguró que "sin temor a equivocarme, considero que este es un gran día, no sólo para los músicos que aparecen en la película, sino para todos los que cultivan el género". Michel Camilo, por su parte afirmó que "después de ver el estreno en ese lugar, en esa magnífica proyección, los músicos que ahí estábamos nos sentíamos en la gloria". Y Andy González, uno de los bajistas neoyorquinos por excelencia y pieza importante de la película, también eufórico se sentía dichoso de "verla así con esa pantalla grande y ¡qué sonido!... Trueba va a ganar otro Oscar con esto. Es que no hay nada comparable. Nada. Es una producción increíble donde no escatimaron en nada. Yo me decía cuando veía la producción de la película 'ellos están gastando una tonelada de billete' y ¡qué producto está saliendo! El estudio donde lo filmaron, los Sony Music Studios, eso es the top of the top. Yo nunca había estado en algo con ese nivel de producción. En un proyecto tan grande, ambicioso y complicado".
  La película:  
"La realidad de esta película son los músicos.
Yo quería que el cine estuviera al servicio del sonido y no al revés."
"Cuando yo hablaba de este proyecto antes de empezar, todo el mundo me miraba con bastante escepticismo", afirma Trueba, "y aunque los productores me sugerían otras, ésa era la película que yo quería hacer. Curiosamente, todo ese escepticismo inicial se ha ido poco a poco transformando en interés".
Un interés que se plasmó en una película en que poco se escatimó –más de 400 millones de pesetas (unos dos y medio millones de dólares) y unas 60 personas trabajando, sin contar los músicos– para lograr el efecto querido: presentar la buena música de los protagonistas de la mejor manera posible. Con esta filosofía se escogió a los Sony Music Studios de Nueva York, en Manhattan en la calle 54 (de ahí el nombre de la película que en proyecto tuvo el nombre de Latino jazz), "los únicos con dotación técnica suficiente para afrontar una empresa de esta envergadura" asegura Trueba. "La realidad de esta película son los músicos. Yo quería que el cine estuviera al servicio del sonido y no al revés".
"La música siempre te está contando una historia, por eso el guión debía respetar a la música. Con las cámaras debía intentar ser el medio entre los músicos y el espectador". Así, Trueba deseaba alejarse del modo tradicional en que las cámaras han abordado la música, -de abundantes de planos generales, provenientes de una cámara central, dos a los costados mas una cámara en mano, que suple los primeros planos-. Sin embargo, la música fue la que tomó el mando: "En muchos aspectos ha sido un desafío porque me tenía que situar en paralelo con la música para captar algo que iba a suceder en forma espontánea. La toma buena fue siempre la escogida por los músicos, aunque hubiera otra con mejores planos. Lo que quiero es que esta música llegue a más gente para que aprenda a amarla".
La película se ha exhibido también en los festivales de Venecia y Toronto y se estrenó comercialmente en España en octubre, en diciembre se estrenará en Francia, enero en Italia y febrero en Estados Unidos. La distribución no será masiva porque sólo se proyectará en salas equipadas con el sistema de sonido suficiente para reproducir el de la película (sonido Dolby Digital DTS), "es decir todas esas cosas que hoy sólo se usan para gilipolleces como una puerta que suena atrás", se jacta Trueba, "con esa técnica, aprovechada en toda su magnitud, se logra que la música te envuelva; que te sientas adentro. La producción se ha esmerado en el sonido y por lo tanto debe verse en salas que puedan reproducirlo fielmente".
La crítica ha estado del lado de la película. El público ha respondido con aplausos después de cada tema musical, como si se tratara de un concierto.

  La Música  
si algo tiene
el jazz latino
es que se fragua
en la calle y es el producto de la realidad,
de una serie de migraciones,
de viajes
de ida y vuelta
"Dentro del jazz hay de todo (jazz tradicional, académico, menos académico...) pero si algo tiene el jazz latino es que se fragua en la calle y es el producto de la realidad, de una serie de migraciones, de viajes de ida y vuelta, de gente que va desde las islas del Caribe y otros países, que se encuentran en Nueva York con la música que se está haciendo. No en las compañías discográficas ni en las universidades, sino en las calles, en los clubes, en las descargas en Central Park, las que se hacían en las calles de Manhattan décadas atrás..." así siente Trueba el jazz latino. Y aunque la calle se ve poco en la película, se siente. Se siente también el club, la inspiración, y sobre todo se siente la pasión de estos músicos por lo que hacen. Así se van sucediendo Paquito D'Rivera, Eliane Elias, Chano Domínguez, Jerry González, Michel Camilo, Gato Barbieri, Tito Puente, Chucho Valdés, Chico O'Farril, Cachao, Patato, Puntilla Ríos y Bebo Valdés.
"La música que hacemos, que en genérico podríamos llamarle jazz, es a fin de cuentas el resultado de la diáspora africana", dice Michel Camilo, y esa es una de las afirmaciones que la película destaca. En un pequeño análisis que hace cada uno de los músicos arriban a esa conclusión. También expresa Camilo convencido: "Lo bonito de la película de Fernando es que muestra toda una acuarela de colores y confirma que el jazz no tiene una sola cara".

Bebo Valdés, padre de Chucho y de mucha música cubana, y Cachao, padre de las descargas y dueño del contrabajo, se acompañan en uno de los momentos más emotivos del film. Después de haber sido amigos toda una vida, Trueba logró hacerlos grabar juntos por primera vez. Lágrimas negras, sólo Bebo y Cachao, piano y contrabajo, logran una genial versión de esta archiconocida pieza de Miguel Matamoros, paseándose por matices que sólo músicos de su calidad y experiencia con la música cubana, son capaces de descubrir.

Junto con el estreno de la película se está comercializando el disco, que es, desde ya y sin lugar a dudas, un excelente testimonio del jazz latino que se está haciendo hoy en día.
"Algo habrá que hacer con el resto del material filmado" comentó Trueba a propósito del sobrante de las sesiones de entrevistas. Para el resultado final de poco menos de 2 horas, hay material registrado, sobre todo de imagen, de alrededor de 70 horas. Las sesiones de estudio, sin embargo, están prácticamente todas en la película. El disco trae tres tracks adicionales con piezas de Eliane Elias, Chano Domínguez con Jerry González y un ventetú de última hora con Paquito D'Rivera, Andy González, Michael Mossman, Papo Vázque, Arturo O'Farrill y El Negro Hernández, interpretando un improvisado Parisian Thoroughfare.

Al terminar la película, recién finalizado el encuentro de pianos de Bebo y Chucho Valdés conversando con Ernesto Lecuona gracias al tema La comparsa, se siente el placer de haber asistido a un evento importante, una oda a la música.

  Los músicos  
  "No se trata de un tratado académico. Esta es una película muy personal. No se trataba de decir que los que están aquí son y los que no, no son. Pero yo tenía que sentir que los que estaban en el rodaje eran mis músicos preferidos, los que amaba, y nadie va a discutir que los que están, sí son" con esta explicación Trueba sella la posibilidad de discusión sobre lo apropiado o no de la escogencia. Y, sin dudas, los que están son:
Paquito D'Rivera, Saxo alto y clarinete, interpreta Panamericana.
Eliane Elias, piano, interpreta Samba Triste.
Chano Domínguez, piano, interpreta Oye cómo viene.
Jerry González, trompeta, fluegelhorn y congas, interpreta Earth Dance.
Michel Camilo, piano, interpreta From Within.
Gato Barbieri, saxo tenor, interpreta Introduction Llamerito y Tango Bolivia.
Tito Puente, timbales y vibráfono, interpreta New Arrival.
Chucho Valdés, piano, interpreta Caridad Amaro y La comparsa.
Chico O'Farril, director, interpreta Afro-Cuban Jazz Suite.
Bebo Valdés, piano, interpreta Lágrimas negras y La comparsa.
Israel López Cachao, contrabajo, interpreta Lágrimas negras.
Patato Valdés, congas, interpreta Compa Gayetano.
Orlando Puntilla Ríos, percusión, voz, interpreta Compa Gayetano.
Y entre muchos otros aparecen Milton Cardona, Aquiles Baéz, Mario Rivera, Oscar Stangaro, Diego Urcola, Andy González, Dave Samuels, Papo Vázquez, Giovanni Hidalgo, Larry Willis, Steve Berríos, horacio El Negro Hernández, Hilton Ruiz.

 
Paquito D'Rivera: nacido en La Habana en 1948, es uno de los músicos más activos del jazz latino, y sería difícil escribir una historia de la música caribeña sin que su nombre figure entre los más importantes.
Desde temprana edad se dedica profesionalmente a la música, principalmente con el saxo y el clarinete. Fue miembro fundador de la Orquesta Cubana de Música Moderna cuando estaba prohibido usar la palabra jazz en la isla, también fundador y destacado miembro de Irakere. En 1980 se asila en España y meses después se traslada a Nueva York donde ha tocado y grabado con Dizzie Gillespie, McCoy Tyner, Mario Bauzá, Chico O'Farril, Daniel Ponce, Michel Camilo, Cachao, Tito Puente, Bebo y Chucho Valdés, Juan Pablo Torres, Arturo Sandoval, Herbie Mann, Giovanni Hidalgo y Lalo Schifrin, entre muchos otros.
En la película interpreta un tema propio, compuesto especialmente para Calle 54, Panamericana, donde se pasea por la música latinoamericana comenzando con el canto y percusión religiosa de Milton Cardona, llegando hasta el sur con un aire de tango y bandoneón, pasando por un cuatro venezolano (interpretado por Aquiles Báez) que se amalgama limpiamente en el regreso al Caribe, donde se encuentra con la tambora dominicana para regresar a Nueva York.
De su amplia discografía resulta difícil destacar algo en particular porque su producción aparte de prolífica ha sido consistente, sin embargo, resultan imprescindibles discos como Blowin (1981), Tico Tico (1989), 40 Years of Cuban Jam Sessions (1993), Portraits of Cuba (1996) y Tropicana Nights (1999)
 
  Eliane Elias: Nacida en Sao Paulo en 1960. Reside en Nueva York desde 1981 y prácticamente recién llegada se incorpora, de la mano de Eddie Gómez al grupo Steps Ahead integrado por el propio Gómez, Michael Brecker, Mike Mainieri y Peter Erskine. Después ha grabado como solista acompañada de Randy y Michael Brecker, Jack De Johnette, Herbie Hancock, Naná Vasconcelos y Will Lee entre otros. Su música va de lo jazzístico a lo brasileño sin que se note ningún bache.
Entre su discografía destaca su primer disco solista Illusions (1988), Eliane Elias Plays Jobim (1989), Fantasía (1993), Solos & Duets (1994), Three Americans (1997) y su más reciente Everything I Love (2000).
En la película Interpreta la pieza Samba Triste y representa, sólo con su presencia, la importancia de lo brasileño en el jazz latino.
Chano Domínguez: Nacido en Cádiz en 1960, este pianista es uno de los que más exitosamente lleva el encuentro del jazz con el Flamenco. Con Chano Domínguez "Camarón y Monk se dan la mano" dice Trueba cuando lo introduce en la película, resaltando el "bilingüismo" del músico.
En la película interpreta Oye cómo viene, donde adecúa el cante al jazz y el jazz al cante.
En su discografía destacan Chano (1993), Hecho a mano (1996) e Imán, recién editado. También ha grabado y tocado con Martirio y Jerry González, entre otros.
 
  Jerry González, nacido en Nueva York en 1949. Es tan diestro con las congas y como con la trompeta. Como percusionista sigue la tradición de clásicos tumbadores y en la trompeta se siente influenciado por Miles Davis y Dizzie Gillespie. Ha compartido muchos proyectos con su hermanos Andy como la Orquesta Anabacoa, precursora del Grupo Folklórico Experimental Nuevayorquino, el Conjunto Libre y su pasantía por la banda de Eddie Palmieri, y en su propio proyecto, el Fort Apache Band, donde Jerry encuentra un espacio propio para expresar su música de manera siempre original y arriesgada. Nat Chediak, en su Diccionario de jazz latino describe su pasión por la música: "Suda la gota gorda en escena rodeado de sus tambores y trompetas. Da todo por su arte. Es símbolo de devoción y entrega".
Además ha tocado con Dizzie Gillespie, Jaco Pastorius, Chico O'Farril, Paquito D'Rivera, McCoy Tyner, Tito Puente, Hilton Ruiz, Steve Turré, Kenny Kirkland, David Sánchez y Bobby Matos.

Entre su discografía destaca Yo ya me curé (1979) Rumba para Monk (1989) y Crossroads (1994).
Michel Camilo aparece en la película en sus múltiples actividades musicales como dirigir una orquesta de cámara, poner música a películas y luego entra con su trío paseándose magistralmente del jazz al montuno. Nació en Santo Domingo en 1952 y desde 1979 reside en Nueva York a donde llegó cargado de bebop a encontrarse con los grandes del jazz. Se encontró también con el Caribe. Es un polifacético músico que ha dejado excelentes discos y composiciones como Caribe (incluida en el disco Michel Camilo) y Why Not (Grabada por Manhattan Transfer y por él mismo con Paquito D'Rivera cuando formó parte de su banda durante tres años). Como solista se ha acompañado de excelentes bajistas como John Patitucci y Anthony Jackson y bateristas como Horacio El Negro Hernández y Dave Weckel. Cuando ha ido más allá del trío se ha acompañado de Mongo Santamaría y Giovanni Hidalgo en dúos con su piano. También ha manejados orquestas de mayor formato.
Ha musicalizado algunas películas como Two Much y Amo tu cama rica. Colaboró en la banda sonora de Broadcast News.
Recientemente grabó un disco, Spain, arriesgándose a juntar jazz y flamenco, piano y guitarra, con su amigo Tomatito -colaborador por 17 años de Camarón de la Isla-, y saliendo muy bien parado de la aventura.

 
  Gato Barbieri, nacido en Rosario, Argentina, en 1934 muestra en la película su gastado genio y figura. Habla un par de minutos sobre su vida, con una mezcla de pesadumbre y satisfacción, para luego, una vez dentro del estudio, soltar su melancolía con saxo y banda con la pieza Introduction Llamerito y Tango Bolivia.
Ha tenido una larga carrera que incluyó pasantías con Lalo Schifrin, acompañamientos de Naná Vasconcelos, Airto Moreira y, a principios de los setenta, se hizo dirigir por Chico O'Farril en el disco Chapter Three. A partir de ese momento se pierde entre grabaciones poco eficaces y poca actividad donde destacan algunas cosas a partir de 1996 como su participación en Afro Cubano Chant, un disco colectivo. Hizo la música de algunas películas donde sobresale Last Tango in Paris.
Entre su discografía destaca The Third World (1969), Last Tango in Paris (1972), Chapter One: Latin América (1973), Chapter Three: Viva Emiliano Zapata (1974).
 
Tito Puente, nacido en Nueva York en 1923 y fallecido en la misma ciudad en julio de 2000, muestra en Calle 54, en una de las últimas veces que pisó un estudio, una de sus facetas musicales: el sexteto -incluyendo entre otros a Dave Valentín en la flauta, Mario Rivera en el saxo tenor y Hilton Ruiz en el piano-. Ejecuta el tema New Arrival.
Además de los timbales, en esta ocasión Puente se luce también con algo que, a pesar de ser considerado un solvente instrumentista, poco ha grabado: el vibráfono.

La vida de Puente estuvo rodeada de jazz y de música latina. Quien nace en la 112 del East Harlem, no le queda más remedio, y el timbalero lo aprovechó al máximo, pasando a ser parte de la historia del jazz. Grabó con importantes figuras del jazz como Cal Tjader, Herbie Mann, Paquito D'Rivera, Maynard Ferguson, Phil Woods, Terry Gibbs, Ray Barreto, Bobby Rodríguez, Giovanni Hidalgo, Andy González, Patato Valdés, Jorge Dalto, Hilton Ruiz, Charlie Sepúlveda, Dave Valentín... y ha tenido cantantes de la talla de Vicentico Valdés, La Lupe, Gil Monroig, Santos Colón, Vitín Avilés, Bobby Capó, Rolando La Serie y Celia Cruz, además de la plana mayor del sello Fania cuando grabó los dos discos de homenaje a Benny Moré. Es autor del tema Oye cómo va que popularizara él mismo y también Carlos Santana en su versión rockera.
Publicó en vida 118 discos entre los que más destacan están Dancemania, Tito Puente Swings, La Lupe Sings, Para Los Rumberos, Live at Villlage Gate (Con Golden Latin Jazz All Stars), Jazzin y Masterpice con Eddie Palmieri, grabado pocos meses antes de su muerte. Como bien definen en All Music Guide to Jazz "Tito Puente ha hecho todo en la música latina".
 
  Chucho Valdés, nació en Quivicán, Cuba, en 1941, y es uno de los pianistas vivos de más prestigio en el mundo del jazz. Su marca es Irakere, banda que fundó en 1973 junto a algunos de los más destacados músicos cubanos de la actualidad (Paquito D'Rivera, Arturo Sandoval, Jorge Varona, Maraca Valle, Angá, Enrique Pla, Carlos Del Puerto, Carlos Emilio Morales), pero desde hace unos años, abandonó a su criatura, que sigue por cuenta propia, para dedicarse a trabajar con su quinteto o acompañado de artistas invitados para diferentes sesiones que ha protagonizado principalmente en Estados Unidos. Antes de Irakere tocó con la Orquesta Cubana de Música Moderna, pero se inició como pianista profesional con la orquesta Sabor de Cuba que dirigía su padre. Entre su discografía, resultan indispensables trabajos como el Recital en el Teatro Amadeo Roldán, Para Bailar y Misa Negra, con Irakere, y en solitario Lucumí (1988), Solo Piano (1991) Pianissimo (1994), Habana con Roy Hargrove's Crisol (1997), Live (1998) y Live at The Village Vanguard (2000).
En Calle 54 aparece retratado caminando por una destartalada y colorida Habana para después abordar su piano, solo, pero lleno, interpretando el tema Caridad Amaro, y La Comparsa, tema que cierra la película junto a su padre Bebo, con dos pianos.
  Chico O'Farril nació en La Habana en 1921, y reside en Nueva York desde 1946 y es, junto con Mario Bauzá y Dizzie Gillespie, uno de los motivadores del encuentro del jazz con los ritmos cubanos.
Tal como afirma Chico en Calle 54, "mi instrumento es la big band" y en ese formato se ha desenvuelto principalmente. Ha compuesto, dirigido y tocado para gente como Benny Goodman, Machito, Stan Kenton, Dizzie Gillespie, Glenn Miller, Count Basie, Art Farmer, Cal Tjader, Wynton Marsalis, Mario Bauzá y Gato Barbieri, aparte de dirigir su propia orquesta. Comienza un bajo perfil profesional a partir del comienzo de la década de los setenta, para brillar nuevamente a principios de los noventa cuando regresa a los estudios con Mario Bauzá y una nueva versión de Tanga. Después en 1995 graba Pure Emotion y en 1999 Heart of a Legend. Aparte de estos discos, resulta imprescindible Cuban Blues, un recopilatorio de sus grabaciones de principios de los cincuenta, donde entre otras aparece su Afro-Cuban Jazz Suite que graba con la orquesta de Machito y con invitados como Charlie Parker y Buddy Rich en 1950.

En Calle 54 aparece llegando al Birdland, local donde cada domingo en la noche se presenta con su big-band -que tiene como miembros a destacados instrumentistas como Andy González y Papo Vázquez- e interpreta Afro-Cuban Jazz Suite.
 
  Bebo Valdés: Nacido en 1918 en Quivican, Cuba, es, según All Music Guide to Jazz, "Uno de los gigantes de la música cubana". Se consagró como uno de los músicos importantes de la fiesta musical cubana de los cincuenta, iniciando su encumbrada carrera en la década del cuarenta, cuando tocó con en la orquesta de Julio Cuevas y la de Armando Romeu en el cabaret Tropicana. Benny Moré se inicia como cantante en su orquesta. Después de la llegada de Castro al poder se instala en Suecia, y aun cuando se mantenía tocando, se distancia ostensiblemente del gran público.
Paquito D'Rivera lo llama para producir un disco en 1995 y así aparece Bebo Rides Again, un excelente disco con nuevas composiciones del propio Valdés y la participación de D'Rivera, Amadito Valdés, Juan Pablo Torres, Patato Valdés, Carlos Emilio Morales y Gerardo Rosales, entre otros.
En 1998 Valdés graba dos interesantes discos con el saxofonista valenciano Eladio Reinón en Barcelona. Se trata de Acere y de Afro-Cuban Jazz Suite Nro. 1, ambos con piezas de Valdés y de Reinón junto a algunos standards.
En Calle 54, interpreta, junto a Cachao, Lágrimas Negras. De esta interpretación de la mil veces versionada pieza de Miguel Matamoros se desprenden formas y matices que pocos pudieran haber imaginado, siendo uno de los momentos más emotivos del film. Piano y bajo, acompañándose en un dúo de dos viejos amigos de más de 80 años que grabaron juntos por primera vez en esta ocasión. También toca con Chucho, su hijo, el tema de Lecuona, La Comparsa, en un encuentro musical con dos pianos.
  Israel López Cachao: nació en La Habana en 1918, es uno de los personajes infaltables de la historia musical cubana, bajista y compositor de infinidad de temas, entre ellos del danzón Mambo (para la orquesta Arcaño y sus maravillas, con la que tocó durante 12 años), que inaugura el ritmo que popularizó Pérez Prado. Durante la década de los cincuenta inaugura las descargas (jam sessions) en Cuba, de las cuales existen contadas pero imprescindibles grabaciones. Al llegar a Nueva York a principios de los sesenta se incorpora rápidamente al ambiente de las orquestas de baile como las de Tito Rodríguez, Charlie Palmieri, Johnny Pacheco, Joe Quijano, pero con el que más tiempo trabajó fue con Eddie Palmieri. Sus apariciones en discos son prácticamente nulas durante los setenta mientras reside y trabaja en Las Vegas, hasta que en 1977 graba Descarga 77 acompañado de grandes nombres de la música latina como Marcelino Guerra, Barry Rogers, José Rodrigues, Charlie Palmieri, Patato Valdés, El Negro Vivar y Milton Cardona entre otros. Su actividad profesional disminuye ostensiblemente, se residencia en Miami, y en 1993, es uno de las primeras viejas estrellas en ser rescatadas del olvido. Andy García se encarga de eso y produce dos discos de una sesión para la memoria. Masters Sessions Vol I y Vol II, donde dan lo mejor de sí artistas de la talla de Paquito D'Rivera, Nestor Torres, Chocolate Armenteros, Alfredo Valdés, Jimmy Bosch, Nelson González y Orestes Vilató entre muchos otros.
De su discografía destacan Cachao y su Ritmo Caliente, Descargas (1957) y From Havana to New York (que reproduce sesiones de 1957 en La Habana y de 1961 en Nueva York), Superdanzones (1961), Descarga '77 (1977), Masters Sessions Vol I y II (1993) 40 Years of Cuban Jam Sessions (con Paquito D'Rivera en 1993) y Cuba Linda (2000)
En Calle 54 comparte con Bebo Valdés, vecino en La Habana, amigo de toda la vida, su primera grabación juntos, solos bajo y piano desgranando maravillosamente las Lágrimas Negras de Miguel Matamoros.
 
  Patato Valdés: nació en La Habana en 1926. En Cuba graba con el Conjunto Casino y el Conjunto Cubavana y luego, desde 1952 viaja a Estados Unidos y se transforma, hasta el día de hoy, en un imprescindible conguero de la escena neoyorquina. Ha participado en importantes sesiones y grabaciones con gente de la talla de Kenny Dorham, Tito Puente, Machito, Art Blakey, Herbie Mann, Dizzie Gillespie, Totico, Candido, Johnny Pacheco, Cal Tjader, Cachao, Jorge Dalto, Mario Bauzá, Bebo Valdés, Paquito D'Rivera y Chocolate Armenteros, entre otros.
De su discografía destaca Ready For Freddy de 1976, Masterpiece (editado en 1993, grabado en 1985) Ritmo y Candela con Orestes Vilató y Changuito (1995) y Ritmo y candela II (1996)
En Calle 54, interpreta el percusivo tema Compa Gayetano con Orlando Puntilla Ríos, cantante y maestro percusionista cubano residenciado actualmente en Nueva York, que se especializa en percusión ritual.

domingo, 26 de julio de 2015

Sabor a tí





SABOR A TI
(Josep Sebastián)

Era de piel muy blanca y cabellera rubia.
Ya de jovencita los hombres se la comían con los ojos cuando paseaba por la calle. A ella le encantaba.
El año que se licenció en Antropología se regaló quince días en una conocida isla del Caribe, dónde se merendaba un bombón distinto cada noche.
Este verano reservó una semana en Estambul, en busca de la pasión turca que recordaba de una película. Diversos atentados en el país la obligaron a cambiar de planes. La agencia le ofreció diez días en Nueva Guinea.
El día que se acercó a una tribu y le dijo al jefe “cómeme la boca, moreno” le cambió su vida. Aquel hombre bruno y pequeño empezó por la boca y acabó con los dedos de sus pies. Se añadieron otros hombres y alguna mujer en una orgía en blanco y negro. Al acabar, bailaron  una danza invisible.
Lástima que al día siguiente tuviera que regresar a Europa. Lástima que hubiera coincidido con una de las pocas tribus caníbales del planeta.

José Sazatornil "Saza" RIP

Muere el actor José Sazatornil, ‘Saza’, a los 89 años

El intérprete participó en casi todos los clásicos de Berlanga y recibió un Goya en 1988

 

 

El actor José Sazatornil, Saza, ha fallecido en la madrugada de este jueves en Madrid a los 89 años por causas naturales, han informado fuentes de la familia. Su cuerpo será trasladado al tanatorio madrileño de la M-30 a partir del mediodía. Nacido en Barcelona en 1925, comenzó muy joven en el teatro de aficionados. Participó en 114 películas y multitud de obras teatrales. Saza cosechó grandes éxitos en el cine español de los años sesenta y setenta con películas como Las que tienen que servir, junto a Gracita Morales, y en el teatro, como Filomena Maturano, con Concha Velasco.
Su primer papel en el cine se lo ofreció el productor Ignacio F. Iquino en la película Fantasía española, en la que hacía de sastre. "Iquino me descubrió para el cine y creó el Saza", dijo el actor en una entrevista a EL PAÍS en 1995. En esa misma entrevista, el actor confesó las dificultades que tenía para aprenderse los guiones y dijo que necesitaba mucho tiempo para estudiarlos. "Envidio a muchos compañeros que se leen el guión dos veces y ya se lo saben. A mi, nadie sabe lo que me cuesta. Yo sería incapaz de hacer esas series de televisión que te dan un guión y te lo tienes que aprender para el día siguiente. Cuando he hecho este tipo de series he tenido el guión tres meses antes de su rodaje", dijo. Además afirmó que nunca había tenido problemas con los directores porque era un actor "obediente, serio y disciplinado".
En 1988 recibió el Goya al mejor actor de reparto por su papel en Espérame en el cielo, de Antonio Mercero. El Premio Nacional de Teatro José Isbert le llegó en 2005. En el cine destacan sus trabajos con Luis García Berlanga en El verdugo (1963), La escopeta nacional (1978) y Todos a la cárcel (1993); con José Luis Cuerda en Amanece que no es poco (1989) y participó también en La Colmena (Mario Camus, 1982). En 2014 recibió el Premio a toda una vida de la Unión de Actores.

miércoles, 22 de julio de 2015

Cabaret

'Cabaret', la música como refugio frente a la violencia

 


¡No seas tan británico! -Sally Bowles
Decía Francis Ford Coppola, no recuerdo ahora mismo cuándo ni dónde, aunque sé que lo dijo, y estoy de acuerdo con él, más que nada porque las reglas están para algo, que el cine musical, en sentido estricto, es aquél cuya trama no puede comprenderse sin las canciones, ya que éstas cuentan la historia musicalizada. Ahora bien, también creo que las reglas están para romperse, con el necesario ingenio, y ‘Cabaret’ es buena prueba de ello, pues la historia podría entenderse perfectamente sin los números musicales que las chicas y el genial maestro de ceremonias llevan a cabo sobre el escenario del Kit Kat Klub, pero faltaría el punto de vista que esas mismas canciones aportan, esa ironía que complementa la historia, o sencillamente ese juego de contrastes servido con el prodigioso montaje de David Bretherton entre la cruda realidad exterior y el salvaje libertinaje del interior.
Y lo de sacar a colación a Coppola tiene otro sentido más, y es que ese montaje paralelo que podemos observar en el primer número musical de la película (arriba del todo lo tienen) lo plagió él descaradamente, con toda la desvergüenza del mundo, no solamente en varios momentos de su espectacular pero gélida ‘Cotton Club’, sino en cierta forma en el sublime final de su trilogía sobre los Corleone. Pero eso es lo de menos. ‘Cabaret’ se convertía en un hito en 1972, recuperando el esplendor, ya casi olvidado, de los grandes musicales, obteniendo un fabuloso éxito popular y ocho Oscar, aunque el de mejor película le fue arrebatado, sorpresivamente para muchos, por ‘El Padrino’, precisamente.

Fosse, música en las venas

 

Hace varios años hablábamos bastante de esta película en particular, y de Bob Fosse en general, en las cinéfilas conversaciones de la lamentable escuela de cine a la que acudía. Mi opinión entonces, que no era más que un crío, es que Fosse, que había podido firmar famosas películas en su carrera, no era un creador cinematográfico de primera magnitud. Pensaba eso entonces, y ahora sigo pensando exactamente igual. No fue un gran creador de formas cinematográficas, pero, como suelo decir, hay que ser un genio en esta vida para llegar a ser un mediocre (imaginemos, sólo por un instante, lo que se necesita para llegar a ser un genio). No me interprete mal el lector, Fosse no era en absoluto un mediocre. Era un artista febril y brillantísimo. Y ‘Cabaret’ es una magnífica película. Aunque suelo preferir ‘All That Jazz’ porque a la brillantez se une la sinceridad.
Fosse, sobre todo, era un creador de musicales. Por sus venas corría más serrín de espectáculos teatrales, y más música y danza, que cine, aunque amaba este arte con todo su corazón. Era un animal escénico, un gigantón adicto a los estimulantes y a la emoción de las representaciones. Un perfeccionista casi insensible al dolor físico y psicológico de sus bailarines. Un hombre profundamente apasionado y vital y atormentado, como todos los grandes artistas. Y principalmente era un coreógrafo superdotado, tal vez el más grande del siglo XX en Estados Unidos, que ganó nada menos que ocho premios Tony, toda una hazaña; y en su juventud fue un bailarín excepcional que vio frenada su carrera por su prematura e implacable calvicie. De modo que en lugar de deslumbrar con sus movimientos, deslumbró indicando a otros bailarines cómo moverse, y se hizo célebre por ello.
De las cinco películas que dirigió es lógico que la más célebre sea la segunda, este drama con el Berlín de entreguerras de fondo. Con ella pulió los números más ingeniosos, más creativos, de su carrera cinematográfica, y se lució con una magistral recreación de época, a cargo de Rolf Zehetbauer, estilizada pero al mismo tiempo muy realista, muy verosímil. Con esta película, Fosse se alejaba por fin de los escenarios y modelaba su más importante juguete cinematográfico…que finalmente era un musical, y a día de hoy uno de los más famosos de la historia. Y uno de los más singulares.

Sally Bowles y toda suerte de perdedores naturales

El personaje central, por supuesto, es esa cantante desprejuiciada y entrañable interpretada con enorme vitalidad y energía por la no siempre cabal Liza Minnelli, que de su madre Judy Garland heredó una voz inferior pero también poderosa, y de su padre Vicente Minnelli el sentido del espectáculo musical. Bowles es una norteamericana sin rumbo que igual que ha terminado en Berlín, podría haberlo hecho en Londres o París, y que ofrece su talento para espectáculos subidos de tono en los que ella, que aprovecha para conocer a ricachones abyectos que tal vez la retiren, se siente en su salsa.
Quiere ser actriz, por supuesto, y busca contactos en la UFA (que sería una de las más eficaces herramientas de propaganda bélica de la Alemania nazi), pero también es una mujer con el corazón roto, pues su padre, un diplomático siempre ausente, no le hace ni puñetero caso. Ambos rasgos de su carácter serán el timón que Minnelli empleará para la que quizá sea su mejor interpretación. A su lado Michael York, que nunca fue actor de mi devoción, está más que digno en su extraño papel de británico linguista Brian Roberts, y en su amistad con Sally está el corazón de la historia. Nosotros lo observamos todo con los ojos del británico. Pero, en comparación, es mucho más misterioso y fascinante el inigualable maestro de ceremonias de Joel Grey (justísimo Oscar al mejor actor de reparto), al que nunca veremos fuera del escenario, lo que acentúa su enigmática imagen.
Sally y Roberts intentan salir adelante en el Berlín más tumultuoso del siglo, ese en el que surgió el nazismo como supremo manipulador de las mentes deprimidas y los ánimos machacados de los alemanes, en un país arruinado y sin futuro. Pero en ese sentido y en otros, ‘Cabaret’ se antoja una película dramáticamente anémica, que se queda en la superficie del asunto por querer abarcar demasiado, porque la peripecia de sus personajes no está convenientemente fusionada con el entorno social, de modo que parece que hay varias películas dentro de ella, y casi se anulan unas a otras. Esto no llega a suceder, pero sin duda le hubiera beneficiado una mayor concisión argumental y menos dispersión.
Lo que está claro, es que el nivel que mejor funciona es el musical, donde Fosse da lo mejor de sí mismo, sobre todo narrativamente, porque fuera del Kit Kat Klub, aunque filma con gran profesionalidad, el contraste con la forma en que monta y visualiza los shows es muy sensible. De hecho, parece que la historia no es más que la excusa para las canciones, aunque gran número de estas fueron descartadas del libreto original de Joe Masteroff, para el que Fred Ebb escribió las letras de los temas, y John Kander la música. Ambos reescribieron y crearon muchas canciones, pero Fosse se quedó con unas pocas y, ayudado por el gran operador Geoffrey Unsworth (uno de los más grandes de su época), deslumbra con una imagen espectacular, densa y muy psicológica.
Con su factura impecable y su estilizado sentido musical, no sorprendió a nadie que la adaptación largamente esperada de ‘Chicago’ calcara punto por punto el toque Fosse. Aunque si ya de por sí, Fosse tenía algo de gélido, ‘Chicago’ mucho más, dirigida por el también coreógrafo Rob Marshall, un director con poquísima personalidad que entregó un producto muy espectacular y con buenos números musicales, pero que se queda en una película interesante, corriente, y poco más, que le arrebató de manera absurda el Oscar a la mejor película a ‘El pianista’.
Imposible ver diez minutos de ‘Chicago’ sin desear quitarla y poner inmediatamente ‘Cabaret’, una brillante película imperfecta con algunos de los números musicales más singulares e inolvidables de la historia del cine.

 

lunes, 20 de julio de 2015

Disco de la semana (30) : The dark side of the moon. Pink Floyd

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«The Dark Side of the Moon»: calidad artística

Este extraordinario disco de Pink Floyd, el octavo álbum de estudio de su carrera musical, está considerado uno de los más creativos e innovadores de la historia de la música. En el momento en que lo concibió, la banda, comandada por el bajista Roger Waters, estaba en «estado de gracia». The Dark Side of the Moon es un canto a la locura magnificado no solo por la inspiración del grupo, sino también por el impecable trabajo en la producción de Alan Parsons, que consiguió afinar el de por sí magnífico sonido de Pink Floyd hasta conseguir situar este álbum en la estratosfera musical, donde continúa más de cuarenta años después de haber llegado a las tiendas de discos.
Durante la creación de este álbum Pink Floyd se encontraba en «estado de gracia», lo que les permitió redefinir el rock progresivo
Los temas del disco reflejan de forma conceptual la vida, la muerte y los sentimientos que inevitablemente dominan nuestra existencia, como la codicia (Money), la locura (Brain Damage), el miedo (On the Run) o la ansiedad (Time). El equilibrio de todos los cortes de este disco es perfecto. Cada tema tiene personalidad propia, pero enriquece el conjunto de tal forma que cualquiera de ellos perdería una parte de su identidad sin los demás. Sin lugar a dudas, desde un punto de vista estrictamente artístico, The Dark Side of the Moon es uno de los álbumes más «redondos» de la historia de la música. Si os apetece descubrir muchos más datos acerca de este disco no os perdáis la estupenda crítica que en su momento publicaron nuestros compañeros de Hipersónica.

Calidad técnica

No se me ocurre una forma más apropiada de empezar la valoración técnica de este disco que asegurándoos que está a la altura de su calidad artística, lo que deja bien claro de qué estamos hablando. La toma de sonido es extraordinaria, y la producción de Alan Parsons remata la faena de una forma sobresaliente, lo que permite utilizar este álbum para poner sobre la mesa las cualidades y las deficiencias de cualquier equipo de música.
Si tuviese que destacar una característica de The Dark Side of the Moon desde un punto de vista estrictamente técnico sería su dinámica. En prácticamente todos los temas del álbum es sobrecogedora, lo que exige un esfuerzo muy notable a la sección de amplificación para respetar íntegramente los cambios de intensidad que se suceden de forma casi constante. Además, los graves en muchos de los temas, como en Time, tienen un impacto descomunal, lo que nos permite comprobar si el amplificador es capaz de controlar con precisión el desplazamiento del diafragma de los altavoces de graves.
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Por otra parte, la resolución de cada instrumento y cada efecto es muy elevada, por lo que si tenemos unas cajas acústicas resolutivas seremos capaces de apreciar nuevos matices cada vez que escuchemos el álbum. Y la guinda la pone una escena sonora de una amplitud pasmosa, sobre todo en horizontal, en la que es posible distinguir nítidamente cada instrumento y cada efecto de todos los demás.
La calidad técnica de este disco es monumental, lo que nos permite utilizarlo para poner a prueba cualquier equipo de música
The Dark Side of the Moon está disponible actualmente en muchos formatos: CD, SACD, descarga digital, DVD, disco de vinilo… Si tuviese que elegir uno de ellos, habiéndolos escuchado todos, me quedaría sin dudarlo con el vinilo de 180 gramos, y, si no tuviese un giradiscos, con el SACD/CD. En cualquier caso, la toma de sonido es tan buena que todos ellos suenan de maravilla. Por su calidad artística este disco es un auténtico imprescindible, pero si además tenemos en cuenta que es uno de los álbumes mejor grabados y producidos que podemos encontrar, la única conclusión a la que podemos llegar es que tiene que formar parte sí o sí de cualquier colección musical que se precie de serlo. Si aún no lo tienes, regálatelo. No te arrepentirás.

domingo, 19 de julio de 2015

Ojos que no ven...





OJOS QUE NO VEN
 (Josep Sebastián)

—La operación ha sido un éxito —le dijo el cirujano—. En veinticuatro horas  se podrá quitar el vendaje y aplicarse este colirio especial hasta la visita de control, de aquí a una semana, en la que valoraremos la evolución.
Ángela llevaba más de treinta años conviviendo con una extraña enfermedad en los ojos para la cual no había gafas que corrigieran una visión borrosa y daltónica al mismo tiempo. El avance de la tecnología quirúrgica le animó a tomar la decisión de someterse a una compleja operación.
Al día siguiente se quita la venda y rompe a llorar. ¿El mundo es así? —piensa. Necesita un vaso de agua fría y abre la nevera. ¡La sandía tiene la piel verde y la pulpa roja, y no al revés! —se sorprende. Emocionada, se dirige al lavabo a secarse las lágrimas y remojarse la cara. El espejo le devuelve las lágrimas, que esta vez son de enorme tristeza. ¿Y esas arrugas? —exclama—. ¡Qué vieja soy!
En los días siguientes descubre que las picadas de mosquito en los brazos de su hijo son en realidad pinchazos de jeringuilla y el tatuaje en la espalda de su marido pone Adela y no Ángela como siempre creyó. Por otra parte, el saldo de la cuenta corriente tiene dos ceros menos de lo que creía haber visto con sus viejos ojos.
La mañana de la visita de control abre el cajón de la mesita de noche de su marido, coge la pistola que siempre pensó que era un secador de pelo de viaje, y sale a la calle en dirección al bar que  sabe frecuenta a esas horas. Al cruzar la avenida, y siguiendo su instinto anterior de cambiar los colores, lo hace con el rojo de peatones.
El autobús se encarga del resto.
El atropello de una mujer con una Smith & Wesson en el bolso hace que la investigación policial se ponga en marcha antes incluso que su ingreso en la morgue. Escuchan en las últimas llamadas de su móvil  la cancelación de un tratamiento de estética en una prestigiosa clínica. En el buzón de correos de su vivienda hay una carta de admisión para su hijo en un centro de desintoxicación.
Mientras tanto, su marido pasea del brazo de una mujer joven y se para delante de una manta de venta ambulante para regalarle unas gafas de sol de imitación.