CERRADO
POR DISFUNCION
(Josep Sebastián)
Aquella
mañana amaneció confusa para los pocos turistas que estrenaban el frío espacio
creado entre los plátanos de ambos lados del paseo. Con gesto taciturno se
disponían a preparar los puestos de flores que durante tantos años han dado
vida a un paisaje que caracteriza a la ciudad, colocando geranios, rosas,
margaritas y claveles de forma que el cuadro sea un estallido de color
enfrentado de acera a acera.
Payasos,
buscadores de oro, gladiadores, vaqueros y demás fauna estática servían en las
terrazas del bulevar a floristas y vendedores de diarios prestos a hacerse
acreedores tanto de un café o una horchata como de un privilegio que,
inmortalizado en las cámaras de sus móviles, les perpetuara en el recuerdo de
su paso por la ciudad. Aguantaban con distraída paciencia el lento devenir de
tan insólitos camareros con la ventaja de no importarles ni el tiempo ni el
espacio por su condición de transeúntes ajenos a la cotidianeidad de esa ciudad
que les cobijaba.
A
lo lejos, viejas prostitutas y marines americanos atendían los quioscos de
prensa y los puestos de animales, donde por un día La Vanguardia vendría a
costar dos con veinte y la cama, los jilgueros serían “linnets” y los hamsters…
bueno, a esos se les llamaría igual pero con un ligero acento yanqui.
Colón
descendía de su largo pedestal olvidando por un momento su eterna misión de
orientarnos a las américas y se dedicaba a deambular por los aledaños del Arco
del Teatro hasta la apertura del Villarosa. El trazo de la silueta de Las
Golondrinas se veía en un extremo del cielo como una constelación más, como si
el universo destinara un mínimo espacio
a perpetuar la noche con la intención de dibujar una música de acordeón en mi
memoria.
Con
todo esto, no debiera haberme extrañado que al llegar al cruce de Pelayo con
plaza Catalunya un guardia urbano me invitara amable pero rigurosamente a
reorientar mi dirección. Ni tampoco me hubiera sorprendido que al mirar atrás
divisara, sobre las vallas que cerraban el paso a Las Ramblas, un gran cartel
que anunciaba, de una forma tan institucional como espartana, un lacónico
“Cerrado por disfunción”.
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