lunes, 15 de diciembre de 2014

El viaje



EL VIAJE CARTESIANO
(Josep Sebastián)
Me habían hablado muy bien de aquella agencia de viajes. No era habitual que te ofrecieran una oferta turística a la medida de una determinada situación personal, y después de la negociación marché con la impresión de que la idea era de lo más ocurrente y original.
     El asunto estaba en trazar un mapa cartesiano en el que el eje de abscisas indicaba la edad del viajero y el de coordenadas el valor entre uno y diez de su situación anímica. Este dato podía ser marcado directamente por el criterio subjetivo del individuo o por su psiquiatra de cabecera.
     Trazando las líneas oportunas se incidía en un punto de un mapamundi en blanco, momento en que el empleado de la agencia pasaba a describir las características del viaje, que empezaba por un hecho inquietante: no se sabía ni cuando ni de dónde partía, la incertidumbre de lo cual se compensaba con la satisfacción de comprobar que no incluía el avión, dada mi aversión a la navegación aérea. Tampoco me eran revelados el destino ni la fecha de regreso. Pagué la reserva y me fui a casa con la agitación que provoca el hecho de estar llevando las cosas a merced del mar de lo desconocido.
     Y fue precisamente el mar el decorado que me esperaba, pues al cabo de unos días recibía una llamada de la agencia para iniciar un crucero a través del océano. En ningún momento se me indicó de que puerto partía pero de pronto me vi enrolado en un barco monumental y en el que el que los únicos pasajeros éramos mi sombra y yo. Un barco en el que no había orquesta ni sala dónde proyectar alguna gran producción cinematográfica. La música era el azotar de las olas en cubierta y la pantalla en cinemascope era un universo estrellado y una luna llena prestos a pedir la contemplación más duradera que jamás yo hubiera imaginado.
     No sé si el viaje duró uno, dos, tres o quince días, pero en el momento en que una mañana me acarició la aurora con un beso aterciopelado comprendí que aquel momento sublime hacía honor al slogan al que hacía referencia el rótulo de la agencia:
“Con las glorias se olvidan las memorias”

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