ALGO GORDO
(Josep Sebastián)
El caso de la Lotería de Navidad.
La
normalidad vuelve poco a poco a las calles y hogares
Madrid,
28 de diciembre. Agencia Hache.
“La
ola de protestas, suicidios, manifestaciones, asaltos y homicidios que desde el
pasado 21 de diciembre asolan el país van remitiendo…”
Miguel Moragriega era un buen estudiante. También destacaba en su afición a la magia de cerca. Desde niño sorprendía con sus habilidades prestidigitadoras en el arte de hacer desaparecer objetos ante la mirada atónita de amigos y familiares. Incluso mientras estudiaba la carrera de leyes se ganaba algún dinero en pequeños locales de copas y espectáculos de variedades.
Al
licenciarse en Derecho dedicó cuatro largos años a prepararse oposiciones a
notarías, las cuales alcanzó con excelentes calificaciones. Se convirtió
profesionalmente en uno de los más prestigiosos notarios del estado, lo que le
permitió acceder al equipo que velaba y certificaba la fiabilidad de los
números y premios de los bombos de la lotería navideña. Por sus manos
pasaban las bolas que anunciaban todos y
cada uno de los premios a los que apostaban con sus números millones de
ciudadanos del país.
Aquel
año el gordo navideño se hacía esperar. Pasaban las horas y los niños del
colegio de San Ildefonso no conseguían extraer el preciado premio. A mediodía
algunos agraciados con cuartos, terceros y segundos e incluso los de la pedrea de
consolación descorchaban botellas de champán en despachos de lotería,
panaderías, bares y comercios. Los teléfonos móviles no paraban de sonar
anunciando a gritos tan buenas noticias. Las entidades bancarías recibían
clientes inesperados con la finalidad de darle pingüe beneficio a sus
estrenados millones. Inversiones a plazo fijo, proyectos, saldos de deudas,
reformas del hogar, coches nuevos y demás sueños vagaban por la mente de los
afortunados.
Y
mientras, en la sala de actos del edificio de la Lotería el gran premio, el más
buscado, el icono de la quimera y la fortuna seguía sin salir. Quedaban pocas,
muy pocas bolas en el bombo de la ilusión. Cuando uno de los niños extrajo el último número con derecho a premio
el compañero del otro bombo comprobó que allí ya no quedaba ninguna bola por
extraer. El sorteo había finalizado sin el gordo. Se originó un gran revuelo en
la sala y se anunció por altavoces que ante la situación creada los cinco
notarios presentes iban a deliberar sobre los pasos a seguir.
Uno de ellos salió al cabo de media hora para anunciar que el sorteo de ese
año quedaba anulado y que después de las investigaciones necesarias se
procedería a realizar uno nuevo en fecha a determinar, seguramente por semana
santa. La televisión se encargó de dar fe de la noticia en todos los hogares.
Al día siguiente, Moragriega desapareció como por arte de magia.
Un personaje algo excéntrico tu Moragriega: de todos los fraudes posibles escogió llevarse el gordo; pero no el dinero del premio, sino el premio mismo. Un alarde de imaginación y surrealismo.
ResponderEliminarLa frase final cierra el círculo. Muy bueno.
Muchas gracias. No era un fraude, era pura magia !!
Eliminar