Cuentan en los Montes que en la Navidad de 1948
—cuando los rencores iban bajo palio—, Olvido huía de los guardias
civiles que el alcalde había mandado en su persecución por habérsela
visto llevando leche y mazapanes para los guerrilleros. Quiso la
Providencia que el parto se presentara en tales circunstancias, de modo
que —con dolores silenciosos— la mujer parió una hermosa niña entre las
retamas y la tuvo que dejar allí ante el cerco de los guardias. Se
enternecieron los hombres y dejando la cacería llevaron la criatura a la
casa del regidor. Como su mujer estaba seca de maternidad acordaron
quedarse con ella.
Que la madre muriera fusilada en la cárcel de Talavera por ser del maquis o por intereses ajenos nunca se pudo demostrar.
Desde entonces —todos los 25 de diciembre—, el viento de la sierra tañe
en las campanas de la iglesia los gritos del parto, y aquellas retamas
maternales alumbran navideñas flores blancas. En el pueblo se las conoce
como «Las flores de Olvido» y en sus pétalos se forma un rocío seroso,
dorado y con sabor tan triste como difícil de olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario