viernes, 20 de marzo de 2015

Testigo de cargo

Testigo de cargo  
Título original
Witness for the Prosecution
Año
1957
Duración
114 min.
País
 Estados Unidos
Director
Billy Wilder
Guión
Billy Wilder, Harry Kurnitz (Teatro: Agatha Christie)
Música
Matty Malneck
Fotografía
Russell Harlan (B&W)
Reparto
Tyrone Power, Marlene Dietrich, Charles Laughton, Elsa Lanchester, John Williams, Una O'Connor, Henry Daniel, Norma Varden, Torin Thatcher, Philip Sonidoge, Ian Wolfe, Francis Compton
Productora
United Artists
Género
Intriga. Drama | Drama judicial
Sinopsis
Leonard Vole (Tyrone Power), un hombre joven y atractivo, es acusado del asesinato de la señora French, una rica anciana con quien mantenía una relacion de carácter amistoso. El presunto móvil del crimen era la posibilidad de heredar los bienes de la difunta. A pesar de que las pruebas en su contra son demoledoras, Sir Wilfrid Roberts (Charles Laughton), un prestigioso abogado criminalista londinense, se hace cargo de su defensa. (FILMAFFINITY)
Un armazón argumental imbatible escrito para el teatro por Agatha Christie y una descripción de personajes cálida e ingeniosa a cargo de Billy Wilder alumbraron en 1958 Testigo de cargo (Witness for the prosecution), un clásico del cine de suspense con la genialidad de un maestro de la comedia.
Cuando Billy Wilder aceptó el guión de esta película por cien mil dólares de honorarios y un cinco por ciento de los ingresos, tenía una idea clara: "Quiero hacer una película de Alfred Hitchcock".
Sin embargo, ya en el preestreno mundial de la película, el 30 de enero de 1958 en Londres -donde se ambienta la trama-, quedó constancia de la profunda personalidad que el realizador vienés había imprimido en la película.
Bajo el embrujo de Laughton
Tyrone Power, Charles Laughton, Elsa Lanchester y Marlene Dietrich formaron el reparto. Laughton era, sin duda, el patriarca: esposo de Lanchester, aunque reconocido homosexual que bebía los vientos modestamente por Power y al que cocinaba Dietrich cuando su mujer no estaba en el plató. Según Wilder, además, "el mejor actor que ha existido nunca".
Su personaje, Sir Wilfrid Robards -un orondo, entrañable y tozudo abogado al borde del infarto-, fue el as en la manga del director de Perdición (1944) a la hora de componer el guión. Wilder desarrolló el personaje desde el papel utilitario de su origen teatral hasta el protagonismo de su versión para el cine.
Con una dimensión humana y humorística irresistible, el nuevo Sir Robards no puede evitar apasionarse con un insólito caso de asesinato. Acusan a Leonard Vole, un joven encantador, y le atribuyen la intención de heredar la fortuna de una solterona. Al suspense se suma la posibilidad de que su abogado defensor fallezca.
Laughton, que había ganado un Oscar en 1933 por La vida privada de Enrique VIII, no andaba en su mejor momento profesional, al igual que Power, un galán venido a menos, y Dietrich, un mito erótico que contaba ya cincuenta y seis años.
Mano de oro para la dirección de actores
Pero Wilder, con su proverbial mano maestra para la dirección de actores, supo extraer lo mejor de sus respectivas épocas doradas y dotarlo de la sabiduría de la madurez. Compuso unos personajes complejos y contradictorios, como la propia trama judicial, que desembocarán en un final absolutamente inesperado, como es tradición en las obras de la escritora de Diez negritos.
Esto fue muy explotado en la campaña publicitaria de la película, en la que se afirmaba que los actores rodaron el filme sin las últimas páginas del guión o incluso que la Casa Real británica, que disfrutó de un preestreno privado, había firmado un contrato comprometiéndose a no desvelar el final.
El origen de una gran amistad
La película, en cualquier caso, estuvo a la altura del éxito de su precedente teatral, obtuvo una inmensa popularidad y forjó la amistad entre el equipo, hasta el punto de que Laughton, Power y Wilder viajaron ese verano por París, Viena y los balnearios de Badgastein (Alemania. Fue pocos meses antes de que Power falleciera repentinamente en España durante el rodaje de Salomón y la reina de Saba.
Era un viaje sin esposas con la excusa de promocionar el filme, y mientras, Marlene Dietrich defendía un espectáculo en Las Vegas, convencida de que Testigo de cargo le daría el reconocmiento como actriz más allá del mito que buscó a lo largo de toda su carrera.
Dietrich vio el papel como una salvación
La actriz de El ángel azul (1930), que tenía que recuperar para la película su alemán original y protagonizar un número musical, se centró en su personaje "como si su carrera dependiera de él", explicaba Wilder, pero él la desanimaba diciéndole: "No ganarás el Oscar por esto".
A pesar de ello, para el citado espectáculo preparó una introdución el día que se anunciaron las candidaturas en el que decía: "Señoras y caballeros. Nos sentimos orgullosos de presentarles a la seleccionada para los premios de la Academia por Testigo de cargo, la señorita Marlene Dietrich".
La nominación nunca llegó y el mensaje tuvo que ser cambiado. La película sí logró, en cambio, un total de seis candidaturas, entre ellas para Laughton, Lanchester y Wilder, aunque no logró ninguno en un año monopolizado por El puente sobre el río Kwai, de David Lean.

Un armazón argumental imbatible escrito para el teatro por Agatha Christie y una descripción de personajes cálida e ingeniosa a cargo de Billy Wilder alumbraron en 1958 Testigo de cargo (Witness for the prosecution), un clásico del cine de suspense con la genialidad de un maestro de la comedia.
Cuando Billy Wilder aceptó el guión de esta película por cien mil dólares de honorarios y un cinco por ciento de los ingresos, tenía una idea clara: "Quiero hacer una película de Alfred Hitchcock".
Sin embargo, ya en el preestreno mundial de la película, el 30 de enero de 1958 en Londres -donde se ambienta la trama-, quedó constancia de la profunda personalidad que el realizador vienés había imprimido en la película.
Bajo el embrujo de Laughton
Tyrone Power, Charles Laughton, Elsa Lanchester y Marlene Dietrich formaron el reparto. Laughton era, sin duda, el patriarca: esposo de Lanchester, aunque reconocido homosexual que bebía los vientos modestamente por Power y al que cocinaba Dietrich cuando su mujer no estaba en el plató. Según Wilder, además, "el mejor actor que ha existido nunca".
Su personaje, Sir Wilfrid Robards -un orondo, entrañable y tozudo abogado al borde del infarto-, fue el as en la manga del director de Perdición (1944) a la hora de componer el guión. Wilder desarrolló el personaje desde el papel utilitario de su origen teatral hasta el protagonismo de su versión para el cine.
Con una dimensión humana y humorística irresistible, el nuevo Sir Robards no puede evitar apasionarse con un insólito caso de asesinato. Acusan a Leonard Vole, un joven encantador, y le atribuyen la intención de heredar la fortuna de una solterona. Al suspense se suma la posibilidad de que su abogado defensor fallezca.
Laughton, que había ganado un Oscar en 1933 por La vida privada de Enrique VIII, no andaba en su mejor momento profesional, al igual que Power, un galán venido a menos, y Dietrich, un mito erótico que contaba ya cincuenta y seis años.
Mano de oro para la dirección de actores
Pero Wilder, con su proverbial mano maestra para la dirección de actores, supo extraer lo mejor de sus respectivas épocas doradas y dotarlo de la sabiduría de la madurez. Compuso unos personajes complejos y contradictorios, como la propia trama judicial, que desembocarán en un final absolutamente inesperado, como es tradición en las obras de la escritora de Diez negritos.
Esto fue muy explotado en la campaña publicitaria de la película, en la que se afirmaba que los actores rodaron el filme sin las últimas páginas del guión o incluso que la Casa Real británica, que disfrutó de un preestreno privado, había firmado un contrato comprometiéndose a no desvelar el final.
El origen de una gran amistad
La película, en cualquier caso, estuvo a la altura del éxito de su precedente teatral, obtuvo una inmensa popularidad y forjó la amistad entre el equipo, hasta el punto de que Laughton, Power y Wilder viajaron ese verano por París, Viena y los balnearios de Badgastein (Alemania. Fue pocos meses antes de que Power falleciera repentinamente en España durante el rodaje de Salomón y la reina de Saba.
Era un viaje sin esposas con la excusa de promocionar el filme, y mientras, Marlene Dietrich defendía un espectáculo en Las Vegas, convencida de que Testigo de cargo le daría el reconocmiento como actriz más allá del mito que buscó a lo largo de toda su carrera.
Dietrich vio el papel como una salvación
La actriz de El ángel azul (1930), que tenía que recuperar para la película su alemán original y protagonizar un número musical, se centró en su personaje "como si su carrera dependiera de él", explicaba Wilder, pero él la desanimaba diciéndole: "No ganarás el Oscar por esto".
A pesar de ello, para el citado espectáculo preparó una introdución el día que se anunciaron las candidaturas en el que decía: "Señoras y caballeros. Nos sentimos orgullosos de presentarles a la seleccionada para los premios de la Academia por Testigo de cargo, la señorita Marlene Dietrich".
La nominación nunca llegó y el mensaje tuvo que ser cambiado. La película sí logró, en cambio, un total de seis candidaturas, entre ellas para Laughton, Lanchester y Wilder, aunque no logró ninguno en un año monopolizado por El puente sobre el río Kwai, de David Lean.



Un armazón argumental imbatible escrito para el teatro por Agatha Christie y una descripción de personajes cálida e ingeniosa a cargo de Billy Wilder alumbraron en 1958 Testigo de cargo (Witness for the prosecution), un clásico del cine de suspense con la genialidad de un maestro de la comedia.
Cuando Billy Wilder aceptó el guión de esta película por cien mil dólares de honorarios y un cinco por ciento de los ingresos, tenía una idea clara: "Quiero hacer una película de Alfred Hitchcock".
Sin embargo, ya en el preestreno mundial de la película, el 30 de enero de 1958 en Londres -donde se ambienta la trama-, quedó constancia de la profunda personalidad que el realizador vienés había imprimido en la película.
Bajo el embrujo de Laughton
Tyrone Power, Charles Laughton, Elsa Lanchester y Marlene Dietrich formaron el reparto. Laughton era, sin duda, el patriarca: esposo de Lanchester, aunque reconocido homosexual que bebía los vientos modestamente por Power y al que cocinaba Dietrich cuando su mujer no estaba en el plató. Según Wilder, además, "el mejor actor que ha existido nunca".
Su personaje, Sir Wilfrid Robards -un orondo, entrañable y tozudo abogado al borde del infarto-, fue el as en la manga del director de Perdición (1944) a la hora de componer el guión. Wilder desarrolló el personaje desde el papel utilitario de su origen teatral hasta el protagonismo de su versión para el cine.
Con una dimensión humana y humorística irresistible, el nuevo Sir Robards no puede evitar apasionarse con un insólito caso de asesinato. Acusan a Leonard Vole, un joven encantador, y le atribuyen la intención de heredar la fortuna de una solterona. Al suspense se suma la posibilidad de que su abogado defensor fallezca.
Laughton, que había ganado un Oscar en 1933 por La vida privada de Enrique VIII, no andaba en su mejor momento profesional, al igual que Power, un galán venido a menos, y Dietrich, un mito erótico que contaba ya cincuenta y seis años.
Mano de oro para la dirección de actores
Pero Wilder, con su proverbial mano maestra para la dirección de actores, supo extraer lo mejor de sus respectivas épocas doradas y dotarlo de la sabiduría de la madurez. Compuso unos personajes complejos y contradictorios, como la propia trama judicial, que desembocarán en un final absolutamente inesperado, como es tradición en las obras de la escritora de Diez negritos.
Esto fue muy explotado en la campaña publicitaria de la película, en la que se afirmaba que los actores rodaron el filme sin las últimas páginas del guión o incluso que la Casa Real británica, que disfrutó de un preestreno privado, había firmado un contrato comprometiéndose a no desvelar el final.
El origen de una gran amistad
La película, en cualquier caso, estuvo a la altura del éxito de su precedente teatral, obtuvo una inmensa popularidad y forjó la amistad entre el equipo, hasta el punto de que Laughton, Power y Wilder viajaron ese verano por París, Viena y los balnearios de Badgastein (Alemania. Fue pocos meses antes de que Power falleciera repentinamente en España durante el rodaje de Salomón y la reina de Saba.
Era un viaje sin esposas con la excusa de promocionar el filme, y mientras, Marlene Dietrich defendía un espectáculo en Las Vegas, convencida de que Testigo de cargo le daría el reconocmiento como actriz más allá del mito que buscó a lo largo de toda su carrera.
Dietrich vio el papel como una salvación
La actriz de El ángel azul (1930), que tenía que recuperar para la película su alemán original y protagonizar un número musical, se centró en su personaje "como si su carrera dependiera de él", explicaba Wilder, pero él la desanimaba diciéndole: "No ganarás el Oscar por esto".
A pesar de ello, para el citado espectáculo preparó una introdución el día que se anunciaron las candidaturas en el que decía: "Señoras y caballeros. Nos sentimos orgullosos de presentarles a la seleccionada para los premios de la Academia por Testigo de cargo, la señorita Marlene Dietrich".
La nominación nunca llegó y el mensaje tuvo que ser cambiado. La película sí logró, en cambio, un total de seis candidaturas, entre ellas para Laughton, Lanchester y Wilder, aunque no logró ninguno en un año monopolizado por El puente sobre el río Kwai, de David Lean.

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