lunes, 16 de marzo de 2015

10000 km

Póster de '10.000' (Carlos Marqués-Macet, 2014)
10.000 km ha enamorado a la crítica,
pero todavía se proyecta en pocos cines

10.000 km es la historia de dos personas enamoradas separadas por el destino, pero, sobre todo, por sus propias personalidades. El actor televisivo David Verdaguer y la cada vez más famosa Natalia Tena (Osha en la serie Juego de Tronos y Tonks en la saga Harry Potter) encarnan a Sergi y Álex, una pareja con siete años juntos a sus espaldas que debe hacer frente a un año separados cuando ella consigue un trabajo de fotografía (su gran pasión) en Los Ángeles y él debe seguir en Barcelona. De la noche a la mañana, todos sus planes juntos (que incluyen tener un hijo) quedan pospuestos indefinidamente.

Natalia Tena en '10.000' (Carlos Marqués-Macet, 2014)
Álex (Natalia Tena) hace lo posible por avivar la relación
a distancia, pero pronto se siente agobiada por ella
Aunque 10.000 km lleva por título la distancia que separa Barcelona de L.A., no es ésta una historia de distancias, sino de viajes. Dos viajes que no encajan entre sí por mucho que los dos viajeros lo deseen. Así, el viaje de Sergi ya ha alcanzado su meta: vivir una tranquila vida al lado de la mujer que ama. Sin embargo, el viaje de Alex está lejos de haber terminado: L.A. es tan sólo uno más de sus destinos y Barcelona es mera parte del camino al igual que lo fue Londres en su día (tal y como desvela el sutil diálogo). Ella quiere tener a Sergi a su lado porque le quiere más de lo que quiere a nadie, pero no desea renunciar por ello a sus sueños ni a su estilo de vida porque sabe que el conformismo y la monotonía la sumirían en la desesperación. Para Álex, la vida es una aventura, mientras que para Sergi, la mejor aventura es estar con Álex, pese a que probablemente es el espíritu libre de ella lo que le enamoró.

David Verdaguer en '10.000' (Carlos Marqués-Macet, 2014)
Sergi (David Verdaguer) es quien más nota la
separación, porque debe afrontar la misma vida...
sin la persona que la llena
La película nos hace partícipes de la relación a distancia gracias a las múltiples imágenes de conversaciones por Skype, que nos ponen en el lugar de Álex y Sergi. Sin embargo, el director Marqués-Macet sabe aprovechar el recurso sin agotarlo, y recurre con frecuencia a planos exteriores al videochat (que no exteriores, a secas, pues todo el film transcurre en dos localizaciones: los dos apartamentos, los dos espacios de conexión entre los dos personajes). La tecnología juega un papel clave, recordándonos con su presencia que ésta es una historia que tan sólo podría tener lugar en el siglo XXI, en el que Skype, Facebook, Whatsapp, etc. forman parte natural de la existencia.

Es precisamente la facilidad de conexión entre los dos personajes lo que acentúa su desesperación y saca a relucir las dificultades de las relaciones a distancia. Y es que las tecnologías permiten la interacción de sólo dos de los cinco sentidos: la vista y la audición. De ese modo, el tacto, el olfato y el gusto, tres sentidos normalmente infravalorados en relación a los otros dos, se convierten de pronto en imprescindibles precisamente a causa de su omisión. Porque es en tocarse, olerse y saborearse donde reside la principal diferencia entre una relación común y una relación de amor. Y su omisión se clava poco a poco en los amantes como una daga envenenada.

No obstante, la situación también insta a Sergi y Álex a ser creativos para pasar el rato y expresarse su amor. La conversación, el juego, el baile, el sexo… Todo adquiere una dimensión nueva que gira en torno a los dos únicos sentidos que quedan a los protagonistas. Día a día, la imaginación de Álex y Sergi es puesta a juego; día a día, su amor se enfrenta a duras pruebas para subsistir. Y ambos temen que llegue el día en que hablar —acción convertida en obligación; obligación convertida en opresión— no sea suficiente, una sensación de agobio e impotencia que recuerda a uno de los mejores films del 2013, Her, de Spike Jonze, cuyos enamorados protagonistas (un hombre —Joaquin Phoenix— y una máquina ingresada en su oído —evocadora Scarlett Johansson—) también estaban separados por barreras espaciales (muy distintas, pues los sentidos quedaban limitad0s a uno —audición—, pero también muy iguales).

Natalia Tena en '10.000' (Carlos Marqués-Macet, 2014)
"Estás guapa", le dice él a ella la primera vez que la ve
por videochat... a 10.000 kilómetros de distancia
El realismo con que el bello film refleja la relación a distancia es casi doloroso, especialmente porque la crisis económica y la globalización de la sociedad suponen que cada vez más personas se sientan identificadas con esta historia. Con gran sutileza, la historia transmite el inevitable distanciamiento entre los dos personajes a través de miradas que valen más que mil palabras a la hora de reflejar alegrías, dudas y temores; y es que, con 10.000 kilómetros entre medias, hasta un pequeño detalle puede tener grandes consecuencias. Además, toda la vida que transmite la pantalla del ordenador cuando la persona amada se encuentra al otro lado se transforma en la más oscura soledad cuando se apaga.

David Verdaguer en '10.000' (Carlos Marqués-Macet, 2014)
En los primeros planos del videochat, los expresivos
 ojos de los protagonistas nos abren sus corazones
Sin duda, la increíble verosimilitud alcanzada tiene mucho que ver con el proceso de producción, que probablemente no habría sido posible de tratarse de una superproducción (no todo es pobreza en el cine independiente). Así, los dos intérpretes dedicaron semanas a conseguir complicidad entre sí y construir un pasado a sus personajes. Fue así como Natalia Tena y David Verdaguer se convirtieron en Álex y Sergi, lo que les permitió llegar al rodaje completamente preparados: con el guión aprendido y, a la vez, con capacidades de improvisación. La película, por cierto, se rodó cronológicamente, un método nada común en el séptimo arte que permitió a los dos actores sumergirse por completo en la historia y hacer evolucionar de modo fascinantemente creíble a los personajes.

Natalia Tena y David Verdaguer en '10.000' (Carlos Marqués-Macet, 2014)
La pareja baila ¿por última vez? su canción ("Nothing
matters when we are dancing" de The Magnetic Fields)
Y es que, más que nunca, nos encontramos ante una película donde todo —fotografía, montaje, vestuario…— está al servicio de los protagonistas, dos personajes enormemente humanos con los que nos identificamos prácticamente desde el primer momento gracias a las magníficas interpretaciones de Verdaguer y Tena, que recibieron conjuntamente el premio interpretativo en el Festival SXSW de Austin y deberían optar sin duda a los próximos premios Goya (los cuales se enfrentarán a un año infinitamente superior al pasado). Ayudados de un guión maravilloso y una dirección sorprendentemente poco amateur para tratarse de una ópera prima, ellos han traído a la vida una historia de amor que, sin duda, llegará al corazón de todos aquellos conscientes de que las distancias del mundo no se miden en metros.

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