sábado, 29 de noviembre de 2014

Cuarenta años




CUARENTA AÑOS
(Josep Sebastián)
He vuelto a los lugares comunes de un tiempo de sombras tan grises como las portadas de los periódicos de entonces, tan frías como las celdas de las prisiones.
He tocado las paredes de un edificio antiguo, en la plazuela entre Sant Jaume y Ferràn, he buscado el olor que desprendían aquellos muros, olor de derrota, de persistente anuncio de muerte.
Recuerdo un hombre enjuto y vencido en un pequeño comedor, una mirada rota, un gesto estático. He buscado inútilmente el amparo de aquella cafetería cercana donde pasar el rato delante de un café se convertía en un acto de desafío. Casi sin hablar, casi sin darnos cuenta del dolor. Nunca se me fue de la memoria el rostro lineal de aquella joven que se esforzaba en sonreir ante tanta tristeza. Mirábamos fotos de familia sentados frente a frente en una mesa de aquel bar.
Hoy hubiera sido tan distinto…
Cuarenta años después he vuelto a aquella casa a saludar al sr. Puig, bajar luego a la cafetería Furriol y tomar un café con Merçé, Oriol y Amalia, aunque casi todo ha desaparecido. Hace muchos años supe que no solo se ejecutaba a los hombres en la horca como en las películas del lejano oeste en árboles alejados de los poblados. Supe que también se hacía en el centro de las ciudades y supe también de la existencia de un vil garrote aquel año que frecuentaba esa casa de la plaza de Sant Miquel y tomaba cafés con la hermana menor de Salvador.
Por eso, mientras escribo todo esto cierro cuarenta años con esa permanente sombra de pena, abro el alma a la vida y abrazo en el recuerdo esa foto de un alegre Salvador encaramado a una moto y con un habano en la boca.
Esa foto que transmitía tan alto sentido de la vitalidad fue devorada por la paradoja del destino en su forma más trágica, amparada en en el juego malabar de la miseria humana.

1 comentario:

  1. Qué hermoso, Josep. Y qué difícil seguir viviendo con el peso de la impotencia sin caer en la locura.

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