sábado, 29 de noviembre de 2014

El tiempo



EL TIEMPO PASA VOLANDO
(Josep Sebastián)
“Solicitud de amistad. Laura A. quiere ser su amiga”
        —¿Laura? ¿Laura Alcaraz?. Pero si ya es, o fue, mi amiga —pensé—. Más que amiga, diría yo.
Acepté, por supuesto, y después de unos cuantos mensajes entrecruzados, “que sorpresa, Laura, ¿como estás?” , “bien, Rubén, ¿y tú, aún sigues en Londres?”, “no, no, solo fue por un par de años, volví a Barcelona”, “oh, me alegro, a ver si nos vemos”… decidimos quedar un mediodía en unos jardines que conocíamos muy bien. Desde muy pequeños solíamos sentarnos de tarde en tarde en algún banco para contemplar las formas cambiantes de las nubes, imaginando figuras a le vez etéreas e inmediatas.
        —Recuerdas, Ruben?. Mira esa de ahí arriba, por encima del edificio en restauración. Parece un cura, como aquel que nos dio la primera comunión.
        —Tú crees?. Yo más bien veo un dragón, Puff se llamaba?, del cuento que aquella profesora tan dulce se esforzaba en explicarnos.
        —Oh, sí, la señorita Chispita! Qué será de ella, debe ser ya mayor.
        —Pues rondará los setenta  —cavilé—. Podemos buscar por Facebook a ver si damos con ella. Creo se llamaba Elisa, Elisa Torradas. ¿Se acordará de nosotros?
        —Seguro!. Recuerda que éramos la comidilla de la clase, siempre juntos, como novios.
        —Mira esa nube de la derecha, Laura. Parece una bicicleta como la que me regalaron al aprobar cuarto de bachiller.
        —Sí, es verdad, cómo se parece!. Y me veo en su barra central, cuando me paseabas ufano por la cera de la calle. Oh, y ahora se perece más a una moto…
        —Y ahora un pitufo. Que divertido lo pasamos la primera vez que salimos de noche, por carnaval.
        —Sí, Rubén, que buen recuerdo. Y mira esas por encima del eucalipto, son como labios dispuestos al beso.
        —Cierto, como los nuestros en aquella verbena de Sant Joan. Y mira esa que avanza lentamente, a la izquierda de la torre de la catedral. Que forma más extraña tiene.
        —Oh, sí, qué dirías que es?. Yo veo un tren, un tren cargado de soldados.
        —O un tanque —contesté—. Te acuerdas cuando estuve dos años en el servicio militar?. Nos teníamos que imaginar las nubes en la distancia, y nos lo explicábamos en aquellas cartas tan extensas. Se hizo todo tan largo.
        —Sí, demasiado. Las Canarias quedaban muy lejos. Mira, Rubén, se acerca una tormenta, con esas nubes tan negras, espesas, sin forma, amenazantes.
        —Distingo algo dentro de ellas, Laura, como un rostro. Parece el joven de la mercería de la esquina de tu calle.
        —Germán, mi marido.
        —Disculpa, no quise incomodarte. Tenéis hijos?
        —Dos, Rubén y Laurita. Uno en Alemania, ella acabando la carrera de Arquitectura. Cuando amaine intentaré describírtelos en alguna nube.
        —Pues vaya profesión ha ido a escoger la niña. También se te irá lejos…
        —Es posible. A mí todo se me ha ido lejos.
        —Empieza a llover, Laura. Y ya son las cuatro y diez. Voy a hacer tarde en la oficina!
        —Corre, Rubén, no pierdas tiempo, que el tiempo pasa volando.
       

       
       

No hay comentarios:

Publicar un comentario