(Josep Sebastián)
Hoy se acostó más pronto
de lo habitual. Sus enormes ojos miraban al techo como para olvidarse de
todo lo que le rodeaba. Horas antes había correteado alrededor de la casa para
matar el tiempo con otros niños de la aldea mientras la madre cocinaba para
toda la familia.
Mañana será un gran día,
aunque ni se lo imagina. ¿Cuando vendrán?—piensa. Da igual, solo ha de
procurar dormirse, cuanto antes mejor.
La noche no es la misma
que todas las noches. Al alba aparecerán tres figuras que con paso cansado
llegarán a su casa. Se arrodillarán delante de la puerta mientras él aun
duerme.
Mañana, seis de enero en
todo el mundo, sus hermanas Fatou, Aiwa y Maimouna habrán recorrido muchos kilómetros
para traer agua a la familia antes de ir a la escuela. Pero esa noche, en el
camino entre las dunas, encontrarán un trozo de piloto reflectante que algún
vehículo extravió en el rally.
Mamadou será la envidia de
sus amigos haciendo luces asombrosas, con la ayuda de la luna, cuando
anochezca. Los juguetes llegan a casi todas las casas, y ese año habrá tenido
suerte.
Los niños son siempre niños. Un relato de gran sensibilidad.
ResponderEliminarFelicidades
Muchas gracias Anna. De eso se trataba...
EliminarMuy bonito, con la luna siempre a nuestro alrededor somos capaces de transportarnos a cualquier parte, si además tenemos un trozo de piloto y la imaginación mas desbordante podemos hasta colorear las estrellas ...
ResponderEliminarMamadou no solo nos transporta a un mundo mágico por unos instantes, sino que nos muestra una realidad donde a menudo cegados por la grandeza, no logramos ver nunca ese pequeño detalle que nos puede colmar de felicidad.
ResponderEliminarGracies Josep
Precioso y de gran sensibilidad, Josep.
ResponderEliminarÁngeles