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(Josep Sebastián)
Me encontré una tarjeta en el limpiaparabrisas del coche con
la imagen de una joven oriental en picardías, un teléfono móvil apuntado y un
breve “masaje relajante” en letras rojas.
Entré en una cafetería, pedí un whisky doble y lo compartí
con mi perplejidad.
Dudé unos segundos pero pudo más mi curiosidad. Marqué
tembloroso el número de la tarjeta.
—Hola, querido. ¿Ya saliste del despacho?
— Sí, mi amor. Estoy llegando a casa.
Crucé la calle sin mirar y un coche me golpeó dejándome
medio inconsciente. Mostré la tarjeta:
—Marquen este número, por favor.
Oí que alguien se alejaba gritando “¡deje de beber, hombre!”
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