lunes, 22 de junio de 2015

Nada del otro mundo





NADA DEL OTRO MUNDO
(Josep Sebastián)

Su tienda era contigua a la nuestra en un camping cercano a Barcelona. Se llamaba Ingrid y era danesa, por lo que en ningún momento nos pudimos dirigir alguna frase con sentido. Pero más que su poca destreza en coger pechinas en la playa o su floreado bikini, lo que me llamó la atención fue el color de sus ojos y su muda sonrisa.
Solamente coincidimos tres o cuatro días aquel verano. Cuando acabaron de recoger sus cosas ella sonrió al ofrecerme un papelito con su dirección, supongo por si yo quisiera escribirle. No lo hice, ni siquiera por Navidad, que no requería ningún alarde lingüístico.
Después de treinta años aún conservaba aquel papel. Busqué información de la ciudad, que resultó ser un pequeño pueblo cerca de Copenhague de apenas doscientas personas. Cogí un vuelo y en menos de cuatro horas estaba paseando por su calle más concurrida, esperando volver a encontrarme con aquellos ojos marrones. No era tan difícil en un país nórdico.
La vi de la misma manera que cuando me despedí entonces. Cargando maletas en un coche, pero esta vez acompañada de un hombre y dos niños. Era evidente que, siendo también verano, marchaban de vacaciones, quizás al lugar de dónde yo venía.
No valía la pena acercarse. Ella seguramente no me reconocería, por la sencilla razón de que yo seguía teniendo la cabellera rubia y unos ojos oceánicos. Allí, nada del otro mundo.
Tal vez en diciembre le envíe una postal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario