EL
PAJARO MECANICO
(Josep Sebastián)
De
niño mi padre solía enviarme al estanco del barrio para comprarle tabaco. Recuerdo
el rótulo de madera con la palabra Expendeduría, y siempre me pregunté porque
solo allí y no en la parada de pescado del mercado las cosas no se vendían.
Simplemente se expendían.
Pues
bien, en una esquina del mostrador había una jaula con un pájaro. Sabía que era
un canario porque los había visto en las colecciones de cromos sobre naturaleza
que regalaban en las tabletas de chocolate. Lo que no sabía es que aquel pájaro
no era un ser vivo. Me lo confesó el dueño del estanco un día que estábamos
solos.
—Aunque parezca de verdad —me dijo en
voz baja—, en realidad el pájaro es mecánico. Está hecho de hierro y plumas
artificiales, y si te fijas bien los ojos son de vidrio como las canicas.
Me
acerqué a la jaula y asentí con la cabeza. Un hombre que en lugar de vender
expende no puede mentir, pensé.
Cada
día que mi padre me enviaba a por tabaco intentaba poder ver un fallo en el
mecanismo del animal, que dejara de mover una parte del cuerpo o que se
repitiera en una fase del canto como los discos rayados. Pero nada. Algún día
la jaula estaba en la entrada del estanco, colgada en un clavo ganchudo de
hierro. Creo que su dueño lo hacía para aprovechar la energía del sol en pos de
darle larga vida al pájaro.
Precisamente
uno de esos días que el animal disfrutaba de la alegría callejera unos
compañeros de clase, los que siempre se les había conocido como “los gamberros”,
abrieron la puertezuela de la jaula y el canario voló.
Entré
a comprar tabaco como de costumbre y encontré al expendedor muy abatido por la
pérdida del pájaro. Me dijo que no habría otro igual como “Titu” mientras yo me
fijaba en sus ojos como canicas y sus manos que desprendían robín.
Se
lo conté a mi padre y ese día se tomó fiesta en la fundición dónde trabajaba y me
llevó al zoo.
Bonita metáfora. Me ha recordado a mi gato de los ojos dorados.
ResponderEliminar