(Josep Sebastián)
“Querida
Mercedes:
Cuando
leas esta carta ya no estaremos juntos. Pero has de entender que no puedo seguir
con este interminable y cruel sufrimiento. Con mis limitadas fuerzas aun
puedo decidir qué es lo mejor para nuestras vidas.
He
de agradecer todo el tiempo que hemos compartido, los paseos por el jardín,
la forma de acariciar mi pelo, tus besos y tu mirada. No puede haber tanto
amor.
No
guardes luto, ni siquiera emocional. El blanco siempre te ha sentado bien.
Cuida de Juanito y afronta la vida con renovados ánimos. Puede que encuentres
alguien que reconozca como yo tu enorme bondad.”
Mercedes M., enfermera de la unidad de paliativos del Hospital Central, dobló el papel y lo introdujo en el bolsillo de su blanca bata, estiró la sábana hasta el cabezal de la cama y recogió el vaso de agua y el resto de pastillas de la mesita de noche. Se dirigió entonces al enfermo que seguía sentado en el borde de la cama de al lado y le dijo:
—Vamos, Juanito. Lávate esa cara que vamos a dar un paseo por
el jardín. Hoy hace un día espléndido.
Me gusta mucho...¡qué bueno!
ResponderEliminarMe gusta mucho...¡qué bueno!
ResponderEliminarMuchas gracias, joven.
ResponderEliminarEnternidor...
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