lunes, 16 de febrero de 2015

Saber perder



David TRUEBA

Saber perder

Saber perderAnagrama, 2008

Un futbolista de veinte años llega de Buenos Aires para ser el jugador estrella de un equipo de Madrid. Una estudiante con los dieciséis recién cumplidos despierta a la vida convertida en una bomba de relojería. Un hombre abandonado ve esfumarse su posición laboral y sus certezas y responde con un acto tan drástico como sorprendente. Un anciano que asiste a la enfermedad de su mujer, se entrega a una fuga secreta e inconfesable. La culpa, la pureza, la búsqueda de la felicidad, el amor y, sobre todo la supervivencia, forman la tela de araña sobre la que los personajes se sostienen entrelazados. Una historia agridulce y trepidante, con toques de comedia y protagonistas tan cercanos como poco previsibles… que no tienen otro remedio que aprender a saber perder


David Trueba ha explicado que cuando escribe busca la complicidad del lector y pretende que mientras dure el efecto de la lectura del libro "tenga la sensación de que los personajes existen".
"Perturbar es casi siempre más interesante que masturbar", ha sentenciado en uno de sus frecuentes y agudos comentarios, en los que no ha evitado referirse a la campaña electoral y ha criticado que "a los políticos se les olvida que perder es muy importante" y nunca hablen de lo que pueden hacer si pierden.
Dos de los cuatro protagonistas de 'Saber perder' son Sylvia, que cumple 16 años el día en que comienza la novela, y su padre, Lorenzo, un hombre separado que trata de superar el abandono de su mujer y su fracaso laboral.
Los otros dos protagonistas son Ariel Burano, un joven jugador de fútbol que deja Buenos Aires para fichar por un equipo español y con quien la adolescente empieza a jugar en la "gran liga", y el abuelo de Sylvia, Leandro, un anciano profesor de piano que vive en esa época en la que casi todo se derrumba.
En toda la novela está muy presente una doble lectura de los personajes basada en cómo nos consideran los demás y lo que es cada uno porque el autor confiesa: "me atrae mucho el juicio y el contrajuicio".
El cineasta y escritor ha proyectado en el anciano profesor de piano el viejo que le gustaría ser porque "los viejos son los únicos que pueden hacer lo que quieran. Se tiran sin paracaídas" y ha agregado: "las personas más juveniles que conozco son viejos".
A Trueba le gustan "los viejos vivos, no los viejos aspirantes a museo" y ha rememorado sus propias vivencias al explicar que de niño se acostumbró a hablar con ancianos porque su padre ya era viejo cuando él nació y porque es el menor de ocho hermanos.

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