lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Son ciertas o no las empatías?



A media tarde hemos pasado por casa de Anselmo. Su esposa hacía ejercicios (nada espirituales) con el señor que reparte el butano.
Ya saben lo legendaria que ha llegado a ser esta empatía. A pesar de todo la señora no se ha olvidado de nuestro bol de leche.
Cuando estamos satisfechos volvemos al callejón sin darle más vueltas al incidente sexual. Pero resulta que el cornudo de Anselmo regresa a casa antes de lo previsto. ¿Qué hacer? Todos me miran porque saben que a mí me corresponde decidir.
Si no me cruzo en su camino, encontrará a los pecadores en el lecho y se creerá un desgraciado.
Si me cruzo en su camino, meterá el pie en un boquete y tendrá que llamar a su esposa por el móvil para que lo ayude a llegar al hospital, donde le pondrán una buena escayola. Echará las culpas al asqueroso gato negro (también conocen la empatía entre gato negro y mala suerte) y, desde luego, se sentirá un desgraciado.
Federico Fuertes Guzmán
Los 400 golpes. e.d.a. libros. 2008

1 comentario:

  1. Pienso que lo más acertado, indeciso felino, es la segunda opción.
    Es mejor que Anselmo se "sienta" un desgraciado; en ese caso aún cabe la esperanza.
    Sin embargo si lo cree...entonces ya nada se podrá hacer.
    Para tus intereses te conviene mantener el tópico del color: el sustento lácteo lo tienes asegurado. Y eso amigo....no es moco de pavo!!!

    Interesante relato. Buscaré a este Federico.

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