martes, 1 de septiembre de 2015

Disco de la semana (36) : Chet Baker. Sings



Chet Baker, la trompeta más triste y seductora de la historia del jazzbaker



Chet Baker me mira desde la portada de un vinilo originalmente editado en 1958. Su rostro es atractivo y duro, de rasgos marcados. Sus ojos miran fijamente y su mirada transmite soledad a pesar de que una mujer le abraza apoyando su mejilla ladeada en el hombro de Baker. El disco, vagamente titulado 'Chet', es una vieja joya del jazz con Bill Evans al piano y Herbie Mann a la flauta. Un álbum instrumental en el que no se añoran las palabras porque la música se sostiene sola.
Se trata de un disco obsesivo y dulce que transmite una enorme soledad. Un disco mañanero que arranca con 'Alone together' y que cierra la primera cara con 'Tis autumn' dejando en el aire, como suspendidas, unas notas cargadas de recuerdos, de sentimientos cruzados e invasivos. Cuando Baker grabó este álbum estaba hundido en la droga, más aún tras la muerte por sobredosis de su amigo Dick Twardzik unos años antes.
Baker sabía moverse en esos peligrosos límites de las drogas. Adicto durante décadas, el trompetista, que se exilió en Europa, consiguió seguir a flote, apoyado en sus mujeres, en los peores momentos. Su vida, tan trágica como llena de magia, estuvo marcada por las adicciones, el jazz, las mentiras y las mujeres hasta que la muerte, a la que había dado esquinazo en múltiples ocasiones, le cazó por sorpresa en la capital de Holanda una madrugada de 1988. En esta vieja ciudad se cobijó Baker a finales de los años ochenta y en ella murió pocas semanas antes de que se estrenase el genial documental 'Lets get lost' de Bruce Weber, nominado al Oscar en 1988.
baker2En 2010 recorrí el centro de Europa en un viaje que comenzó escuchando jazz en Voldenpark, el gran parque de Ámsterdam. Había vuelto a ver el documental de Weber unos meses antes y sentí la necesidad de rendir tributo al genial trompetista antes de abandonar la ciudad. No hay mucha parafernalia alrededor del lugar en el que murió el músico, aunque sí cierto misterio. Chet Baker falleció el 15 de mayo de 1988 después de caerse de su habitación en el Hotel Prins Hendrik de Ámsterdam, a escasos metros de la estación central, aunque sus restos se encuentran en el cementerio Inglewood Park de Los Ángeles, California. Baker dio positivo por heroína y cocaína en la autopsia, lo sorprendente del caso es que la ventana por la que cayó apareció cerrada, las hipótesis apuntan a un accidente. Baker debió de intentar cerrar la ventana y cayó al vacío. Tampoco se trataba de una gran altura, pero Baker había escapado a su destino durante demasiado tiempo.
En el lugar, entre la puerta del hotel y la de una licoreria, hay una placa de bronce con el rostro de Baker que recuerda su muerte y su obra. Está allí después de que decenas de aficionados erguiesen en la pequeña plaza sus propios monumentos. Un día el Ayuntamiento se cansó y lo hizo oficial: habría una placa en el lugar.
Esa tranquila plaza no tiene más encanto que otros rincones de la ciudad, pero era el hogar de Chet Baker, su último hogar. Allí esperaba para su enésimo regreso tras una carrera que comenzó temprano y que conoció la gloria y el infierno de la fama, las drogas y el jazz. Una vida inmortalizada en álbumes hipnóticos y sensuales con portadas como la que me mira esta mañana mientras Chet sopla la trompeta más seductora de la música.

Guapo como Barbie, triste como el jazz: La vida desmesurada de Chet Baker Chet Baker

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El hombre había caído desde la ventana de la habitación C-20 de la tercera planta del hotel Prins Hendrik, en el centro de Ámsterdam. El cadáver, en posición fetal y vestido con una camisa de manga corta y un pantalón pitillo a rayas, fue encontrado en la madrugada del 13 de diciembre de 1988. La cara del muerto era irreconocible: se había estrellado contra un bolardo de metal de la acera y tenía el pómulo y el cráneo destrozados. Era improbable aplicarle el titular con el que le había definido un diario: "Más guapo que Barbie". En los últimos meses se inyectaba seis gramos de heroína al día y otro tanto de cocaínaTambién las venas estaban deshechas después de casi treinta años de dedicación a todas las formas conocidas de opiáceos, los exquisitos que suministraban los doctores y los venenosos de los traficantes. En los últimos meses se inyectaba seis gramos de heroína al día y otro tanto de cocaína cortada con barbitúricos o anfetaminas. Cada pico era un infierno de torniquetes y varices esquivas. Había descubierto que el único rincón del cuerpo donde podía chutarse era el escroto. Embobando a Marilyn En el cuarto del yonqui, los policías encontraron el equipaje de los resignados a la soledad: unas monedas, un reloj de pulsera, un collar, un encendedor y, porque cada penumbra contiene su propia luz, una trompeta en su estuche. No había nada más en la habitación, ningún signo que permitiese deducir que aquel hombre era Chet Baker, el único músico blanco apadrinado por Charlie Parker, el inventor del jazz moderno; el trompetista que con su modo atenuado de tocar (algún crítico le llamó "ternura magullada") había embobado a Marilyn Monroe y grabado más de un centenar de discos. Baker fue el único músico blanco al que apadrinó Charlie ParkerEl camino desde el esplendor cool (y entonces el adjetivo significaba refinada elegancia y no, como ahora, sandez trendy) hasta el charco de sangre en la acera es narrado en el documental Let's Get Lost, dirigido por Bruce Weber en 1988 y nunca exhibido hasta ahora en España. La película, nominada al Oscar y Premio de la Crítica en Venecia, fue recuperada el año pasado por el Festival de Cannes. El 18 de este mes llegará a las pantallas españolas. Tan guapo que dolía Baker, un músico de sábanas revueltas y dramática ingenuidad, tocaba en una sordina delicada y cantaba musitando, con una voz suave bajo la cual latía una casi perversa pulsión sexual. En los cincuenta le llamaban "el Shelley del bebop". Era tan guapo que dolía. Las noches de los clubes de la Costa Oeste eran su territorio. Las mañanas, una reiteración de mujeres y tostadas con champán. La película, que estuvo nominada al Oscar, fue recuperada en Cannes el año pasado Nacido en una granja de Oklahoma en 1929, escapó de dos maneras de un padre alcohólico que le maltrataba. La primera, haciendo carrera como delincuente juvenil, robando gasolina para revenderla, no sin antes inhalarla y volar. La segunda, más terminante, alistándose en el Ejército a los 16 años. Tocó en bandas militares y, tras licenciarse y rodar por todas las jam sessions de Los Ángeles, fue reclutado por el saxofonista Gerry Mulligan para su cuarteto. El éxito de su estilo lánguido y ensimismado fue instantáneo. La heroína también. Con las drogas fue un amante voraz y con la misma exageración fue correspondido. Tocaba para pagar y no siempre le alcanzaba. Exigía cobrar en efectivo a cambio de renunciar a los futuros derechos de autor. Un traficante al que adeudaba dinero le partió una botella en la cara en 1966. Baker tuvo que aprender a tocar la trompeta de nuevo: con la dentadura postiza sus canciones se desvanecían aún mejor. Le metieron en la cárcel en ambos lados del Atlántico y las brigadas de narcóticos de varios países le tenían echado el ojo. En Italia, su refugio favorito, un juez le llamó "cara de ángel, corazón de demonio" antes de condenarle. Cuando cayó del tercer piso del hotel holandés (nunca llegó a determinarse si por accidente o decisión propia) estaba a diez días de cumplir 59 años. Dejó tres esposas, otros tantos hijos, cientos de amores correspondidos y muchas de las grabaciones más bellas del jazz. El New York Times publicó un obituario cruel: "Algunas veces cantaba y parece que atraía al público femenino". 'Speedball', mujeres y coches Bruce Weber (fotógrafo de estrellas y top models) estaba acabando el montaje de Let’s Get Lost cuando Chet Baker se mató en Holanda. El documental se convirtió así en un réquiem sobre el último año de vida del músico, que habla ante la cámara, con una cruda y doliente sinceridad, sobre sus grandes aficiones: la letal a las drogas, sobre todo al speedball, combinado de heroína y cocaína, y las menos peligrosas a los Alfa Romeo y las mujeres. Weber se inspiró en Baker para los anuncios homoeróticos que realizó para Calvin Klein en los ochentaWeber, admirador confeso de Baker y su personalidad carismática e introvertida, frágil y altanera, pagó de su bolsillo el entierro en Los Ángeles del trompetista, que murió arruinado tras vivir a demasiada velocidad. El director se había inspirado en la belleza de fría sexualidad de Baker para los anuncios homoeróticos que realizó para Calvin Klein durante la década de los años ochenta. No pases de... (tres citas obligadas para poner los sentidos a tono) UNA PELÍCULA 'Hell's Horizon'Hell's Horizon. Intentona frustrada de utilizar en el cine el encanto físico de Chet Baker. Tediosa película bélica, gracias al cielo, inencontrable, donde el músico interpreta a un trompetista destinado a la guerra de Corea. Baker surca el film con cara de no entender nada. ¿Lo mejor? La definición de uno de sus compañeros: "Sin esa trompeta no sabe ni responder cuando le dices hola". (Tom Gries, 1955. Descatalogada). UN DISCO The Best of Chet Baker SingsThe Best of Chet Baker Sings. Cantaba, dice Geoff Dyer, "con una voz tan fina y suave como el pelo de un bebé". Éste es el disco fundamental para abandonarse al infinito escalofrío que provoca Baker. Todos los himnos de amor y pérdida están aquí: My Funny Valentine, The Thrill Is Gone, You Don’t Know What Love Is, Let’s Get Lost, I Fall in Love Too Easily... Para sudar en la penumbra y jugar a ser ángeles, piel contra piel. ( Blue Note, 1989. 6,95 €). UN LIBRO Como si tuviera alas. Las memorias perdidas.Como si tuviera alas. Las memorias perdidas. Cuadernos de apuntes publicados póstumamente por la tercera esposa de Baker, Carol. No llega a la categoría de diario existencial, pero resulta por momentos conmovedor. La última entrada, fechada en Barcelona en 1963, habla de un médico de la jet que le pasaba recetas de Palfium, un opiáceo sintético. (Chet Baker. Mondadori, 2000. 10,5 €).

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Guapo como Barbie, triste como el jazz: La vida desmesurada de Chet Baker

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Guapo como Barbie, triste como el jazz: La vida desmesurada de Chet Baker

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