EL APARTAMENTO (1960) Director: Billy Wilder. Intérpretes: Jack Lemmon, Shirley MacLaine, Fred MacMurray, Ray Walston. Con guión de I. A. L. Diamond ("Con Faldas y A Lo Loco", "Uno, Dos, Tres") y Billy Wilder ("Con Faldas y A Lo Loco", "Perdición"). En una gran empresa de seguros trabaja C. C. Buxter (Jack Lemmon), quien, con el propósito de escalar puestos en la jerarquía empresarial, cede su apartamento a sus jefes para que estos se corran la gran juerga con sus amantes. Buxter, por su parte, está enamorado de una ascensorista llamada Fran Kubelik (Shirley MacLaine). |
El perfilado de los personajes por parte de Wilder y la ejecución interpretativa de los mismos es admirable
Buxter es lo que se conoce como una buena persona, un hombre amable, íntegro, honesto, que rara vez tiene una palabra negativa para nadie. Trata con respeto a todo el mundo aunque su procedimiento arribista le provoque una mala y equivocada fama de conquistador y tarambana entre sus vecinos, hecho que otorga al film quizá el único punto cómico de la historia, ya que su éxito real con las mujeres es nulo y su situación social es la de un alicaído solitario. |
Fran es una muchacha sensible, también encantadora en el trato humano, enamorada de un hombre casado, lo que le provoca un sentimiento de malestar, incomodidad y miedo ante un futuro emocional poco claro.
Esta situación sirve a Wilder para describir la zozobra que mora en la psicología del amante, su posicionamiento ante la situación conflictiva vista desde una dubitativa perspectiva, alejándose de la usual demonización social del tercero causante de la separación o divorcio matrimonial.
El último vértice del triángulo está incorporado por Fred MacMurray en un papel muy poco habitual en su carrera, lo que indica la variedad de registros interpretativos de este gran actor.
Lo importante en el dibujo de este personaje (y de los demás) es que Billy Wilder evita constantemente la caricatura o el comportamiento caprichoso, actuando siempre los caracteres por motivaciones lógicas, así, las respuestas emocionales del personaje de MacMurray, aunque aprovechadas, pueden ser fácilmente entendibles.
Ese acertado diseño de personajes, las sublimes actuaciones, la fluida narración wilderiana, un guión sin taras y una fotografía y música ideales para la edificación tonal del conjunto, hacen de esta película una de las grandes obras maestras de la historia del cine.
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