jueves, 22 de octubre de 2015

Puentes






  Entre la casa de mi vecina y la mía hay un puente. El puente lo construimos una mañana soleada. La mitad ella y la mitad yo. El puente lo utilizamos para comunicarnos o para distanciarnos. Cuando ella necesita una taza de café, cruza el puente y me lo pide. A veces incluso lo bebe conmigo, acompañado de un pan tostado. Lo mismo: cuando yo necesito un poco de queso o una loncha de tocino, cruzo el puente y se lo pido. Ella misma, incluso, me lo envuelve en un pedazo de papel aluminio. Sin embargo, cuando no le parece bien algo que he hecho sin darme cuenta, quita su parte de puente que puso y la coloca sobre la rejilla del jardín. Y de igual modo: cuando no me gusta la blusa que trae o las visitas que recibe, desmonto mi parte de puente que puse y lo recargo en la bardilla del sótano. El puente nos ha servido para acercarnos, algunas veces, y para distanciarnos, otras, que es para lo que en realidad sirven los puentes o, en todo caso, los vecinos como nosotros.
Rogelio Guedea

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