domingo, 19 de julio de 2015

Ojos que no ven...





OJOS QUE NO VEN
 (Josep Sebastián)

—La operación ha sido un éxito —le dijo el cirujano—. En veinticuatro horas  se podrá quitar el vendaje y aplicarse este colirio especial hasta la visita de control, de aquí a una semana, en la que valoraremos la evolución.
Ángela llevaba más de treinta años conviviendo con una extraña enfermedad en los ojos para la cual no había gafas que corrigieran una visión borrosa y daltónica al mismo tiempo. El avance de la tecnología quirúrgica le animó a tomar la decisión de someterse a una compleja operación.
Al día siguiente se quita la venda y rompe a llorar. ¿El mundo es así? —piensa. Necesita un vaso de agua fría y abre la nevera. ¡La sandía tiene la piel verde y la pulpa roja, y no al revés! —se sorprende. Emocionada, se dirige al lavabo a secarse las lágrimas y remojarse la cara. El espejo le devuelve las lágrimas, que esta vez son de enorme tristeza. ¿Y esas arrugas? —exclama—. ¡Qué vieja soy!
En los días siguientes descubre que las picadas de mosquito en los brazos de su hijo son en realidad pinchazos de jeringuilla y el tatuaje en la espalda de su marido pone Adela y no Ángela como siempre creyó. Por otra parte, el saldo de la cuenta corriente tiene dos ceros menos de lo que creía haber visto con sus viejos ojos.
La mañana de la visita de control abre el cajón de la mesita de noche de su marido, coge la pistola que siempre pensó que era un secador de pelo de viaje, y sale a la calle en dirección al bar que  sabe frecuenta a esas horas. Al cruzar la avenida, y siguiendo su instinto anterior de cambiar los colores, lo hace con el rojo de peatones.
El autobús se encarga del resto.
El atropello de una mujer con una Smith & Wesson en el bolso hace que la investigación policial se ponga en marcha antes incluso que su ingreso en la morgue. Escuchan en las últimas llamadas de su móvil  la cancelación de un tratamiento de estética en una prestigiosa clínica. En el buzón de correos de su vivienda hay una carta de admisión para su hijo en un centro de desintoxicación.
Mientras tanto, su marido pasea del brazo de una mujer joven y se para delante de una manta de venta ambulante para regalarle unas gafas de sol de imitación.

1 comentario:

  1. Otra que merece un final de venganza satánica. ¡Empoderamiento femenino!

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