ANTONIO Y
BANDERAS
(Josep Sebastián)
Aquella ciudad se había acostumbrado a
engalanar los balcones y ventanas con banderas. La del equipo de fútbol cuando
ganaba una copa importante, la del país para celebrar el día nacional, la
multicolor en el día del orgullo gay o la
del Vaticano cuando el Papa venía de visita.
Pero en el suburbio siempre eran las mismas, aunque para darle un toque de distinción pese a su
simpleza, iban cambiando de color. Unos días azules del mono de trabajo de
Antonio, otros blancas de los trapos de cocina y alguno negras de la blusa de
luto de la abuela.
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