NO
ESTABA MUERTO
(Josep Sebastián)
Barrachina pereció sepultado
bajo un enorme alud a la altura de seis mil metros camino del
Everest. O al menos eso es lo que se supuso. Era un alpinista solitario y
experimentado que se había unido en Katmandú a una cordada de japoneses para acceder a la cumbre más alta del planeta.
Las últimas noticias de él fueron que
estaba en el campo base. Justo ahí se sintió indispuesto y abandonó la
aventura, refugiándose en un aislado monasterio de monjes tibetanos. En el
momento del accidente en que murieron todos los expedicionarios bajo la
blanca pureza del Himalaya, tuvo una extraña sensación que derivó en una idea
macabra.
Sabiendo que era prácticamente imposible el
rescate de los cadáveres, se haría pasar por muerto.
Y no porque su familia cobrase el sustancioso seguro de vida que iba pagando
desde que se jugaba los huesos por las montañas, ni por tener una buena excusa
para romper de manera tan elegante como falsa la relación en bancarrota con
su novia. Quería contemplar el rostro de la felicidad suprema
en los bancos de la catedral al verlo descender en rappel desde lo alto del
altar el día del funeral de “cuerpo ausente”.
Nunca pensó en las posibles consecuencias de su acción.
Nunca pensó en las posibles consecuencias de su acción.
Regresó con pasaporte falso desde Katmandú
y la noche anterior al responso escaló sin ser visto el exterior de la gran
iglesia y durmió entre dos santos que le permitían su invisibilidad.
Cuando el párroco dictaba el “ego te
absolvo pecatis tuus…” Barrachina inició su descenso hacia el altar, con tanto
despropósito a pesar de sus cualidades, que al olvidar anclar el mosquetón la
cuerda se desprendió del brazo de San Mateo. La caída fue fulminante hasta dar
con el cuerpo en la mesa del altar.
Por mensajería urgente llegó un ataúd en
veinte minutos, y la ceremonia pudo acabarse de la manera más digna posible. Y
además con la satisfacción de tenerlo siempre cerca para llevarle flores.
Al rato, su novia y amigos tomaban cañas a
su memoria en un bar cercano.
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