EL MISMO AMOR, LA MISMA LLUVIA
Sentido y sensibilidad
El
mismo amor, la misma lluvia es una película sobre la traición y la
cobardía personificada en el personaje principal de Jorge (Ricardo Darín),
un escritor y periodista que no es capaz de comprometerse en aquellas
cosas en las que cree. Traiciona su trabajo (escribiendo cuentos y críticas
para una revista, cobra comisiones, etc.), traiciona a sus amigos
(abandona al periodista, su mentor en la profesión, por miedo a las
represalias) y traiciona aquello que más quiere (dejando escapar a la
mujer que quiere a lo largo de veinte años). Traición que se convierte
en amargura pues el personaje, poco a poco, va siendo consciente de la
falsedad de sus actos. Además, el resto de personajes sufren una adaptación
a la realidad, así Laura (Soledad Villamil) termina casada con su primer
novio (aunque sabe que continúa queriendo a Jorge) y Roberto (Eduardo
Blanco), el jefe de redacción de la revista, se adapta también a las
situaciones laborales y personales. Tan solo al final, uno de los
secundarios dice basta (magnífico actor Ulises Dumont) y con su acto
consigue aportar un poco de dignidad a unos personajes frustrados por el
desarrollo cotidiano a que se ven sometidos y que se convierte, de esa
forma, en una metáfora de la situación de un país. Así, mientras en El
hijo de la novia los problemas y traiciones sentimentales adquirían
un primer plano frente a la situación del país; en El
mismo amor, la misma lluvia, es la historia de Argentina en los últimos
20 años la que parece aplastar con su peso a los personajes (los años de
la dictadura, la invasión de las
Malvinas,
el comienzo de la democracia, los años de boom
económico y la posterior caída).
Es
por ello que la visión de ambos filmes, lejos de servir como pretexto
para las comparaciones, tiene un valor de amplificación del efecto que
nos causó El hijo de la novia. En El
mismo amor, la misma lluvia se ve ya el desarrollo de un magnifico guión
(en este número de Encadenados
que se homenajea a Wilder, no es mala cosa que se hable de esta película)
y tiene en común con la película posterior la universalidad de los
temas. No en balde, aquí en España hemos vivido etapas históricas
similares (dictadura, instauración de la democracia, solvencia económica
y decadencia –no económica, pero si intelectual– e incluso ahora ya
podemos contar con nuestro propio episodio bélico relacionado con una
isla). De esa forma, los temas nos llegan porque son inteligibles por
todos.
Y
por último destacar también que, al igual que pasó con El
hijo de la novia, hablamos mucho del desarrollo de la historia y de
los personajes, pero Campanella es un director que merece la pena seguir
en cuanto al aspecto técnico de la realización y planificación. En El mismo amor, la misma lluvia
tenemos ejemplos considerables del cuidado que pone cuando rueda, así en
el fragmento donde se muestra al personaje del viejo periodista que viene
a pedir trabajo, cuando Jorge (Ricardo Darín) no se compromete con
él,
la cámara se retira, dejándonos la visión de ese hombre y su hijo
literalmente abandonados; cuando más adelante Jorge recibe la llamada
confirmándole la muerte de su amigo, la cámara se va acercando al rostro
de Jorge hasta llegar a un primer plano; son dos pequeños movimientos de
cámara en el que no se puede ser más simple y, a la vez, más efectivo.
De igual forma tenemos en todo el filme algunas transiciones preciosas,
como la que pasa de la pantalla de televisión un programa de payasos a la
pantalla de televisión con el rostro de Laura. En definitiva, una película
honesta, sencilla y bien realizada. No es poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario