Jazz me vale: The Dave Brubeck Quartet
Tras el varapalo que supuso mi aproximación al mundo del bajista Jaco
Pastorius (demasiado pronto para acercarme a su puerta, por lo que me
han comentado mis asesores) mi entusiasmo por el jazz aumenta su
intensidad con la genialidad que exuda "Time out", el
disco que en 1959 lanzara al mercado el pianista Brubeck con Paul
Desmond, Joe Morello y Eugene Wright completando el cuarteto.
Si "Kind of blue", de Miles Davis, del que hablé aquí hace unos meses, es el mejor disco de Jazz de la historia casi sin controversia doctrinal, "Time out" es, sin duda también, el mejor disco para empezar a escuchar Jazz. Puede parecer lo mismo, pero, sin duda, no lo es.
Mientras que la genialidad de Miles Davis entra a través de la piel, en extensos desarrollos instrumentales improvisados sobre unas bases muy marcadas, la música de Brubeck es mucho más directa, no requiere de largas exposiciones y hace de los cambios de ritmo- incluso dentro del mismo tema- su seña de identidad más pronunciada. Quien odia el Jazz y carece de paciencia, escuchará "A kind of blue" y seguirá odiando el Jazz. Si se decanta para empezar el camino con "Time out", es muy posible que se le gane para la causa. Además, la escucha del álbum de Brubeck es perfectamente compatible con cualquier estado de animo, cosa que no ocurre con el melancólico disco de Miles Davis, que, en según que circunstancias, puede caer como una losa sobre el oyente. Por el contrario, la descomunal mezcla de ritmos y compases de "Time out" entra con suma facilidad y sus guiños al vals, la música étnica o el swing, unidos a las maravillosas melodías creadas para la ocasión, convierten su escucha en un plato sumamente apetecible en cualquier circunstancia. Los siete temas incluidos en el álbum son portentosos y aguantan el tipo frente a sus compañeros de surco. "Blue Rondo a la turk" con su ritmo étnico acelerado y sus estructuras clásicas es un primer plato suculento que contrasta con la lánguida y hermosa "Strange Meadow Lark". La melancolía dura poco y, en seguida empieza el celebérrimo "Take five", un clásico entre los clásicos, una canción de las que marcan época y que curiosamente, es la única del disco que no compuso Brubeck sino el saxofonista Paul Desmond. Les dejo una maravillosa versión en directo un poco más abajo. Tarquin Winot Mayo 2013 | ||
De padre catalán y madre aragonesa, vine a este mundo sin
proponérmelo el 27 de diciembre de 1943, en Barcelona, y crecí en el
barrio obrero del Poble Sec, en la calle del Poeta Cabanyes.
Mi padre, Josep, trabajaba en la Compañía del Gas, y mi madre, Ángeles,
además de llevar la casa, contribuía al presupuesto familiar cosiendo.
Tras la primaria y el bachillerato, me dio, no sé por qué, por estudiar
agricultura. Supongo que el campo se me representaba como algo exótico y
eso fue lo que empujó a un chaval de barrio como yo a cursar lo que hoy
se llama Ingeniería Técnica Agrícola.
Por aquel entonces empecé a darle a la guitarra y con tres amigos formamos un grupo musical cuya aventura no llegó lejos. Yo había escrito algunas canciones (“Una guitarra”, “La mort de l’avi”…), y el 18 de febrero de 1965 me estrené con alguna de ellas en el programa de Escamilla Radioscope, de Radio Barcelona. Aquello fue mi trampolín, y de la mano de Escamilla llegué a Edigsa —compañía discográfica con la que grabé mis primeros discos— y me incorporé de inmediato a Els setze jutges; un grupo heterogéneo de gente que escribíamos y cantábamos en catalán.
Mis
primeros discos, en 1965 y 1966, fueron un par de E.P. de cuatro
canciones cada uno. Al año siguiente completé mi primer disco de larga
duración con diez canciones que en septiembre ganaría el Gran Premi del
Disc Català. Le siguió un tercer E.P. y, por primera vez, una canción
mía (“Cançó de Matinada”) se colocó en el número 1 de las listas de
España. Había abandonado mi estatus de “figura prometedora” y empezaba a
tocar el éxito con la punta de los dedos.
Y en eso llegó Lasso, quien se iba a convertir en mi primer representante artístico hasta finales de 1975, que me llevó a firmar mi primer contrato en castellano y, más tarde, al festival de Eurovisión. En 1968, Televisión Española escogió para que la representase en el Festival de Eurovisión la canción “La, la, la” del Dúo Dinámico, y me designaron para cantarla. Si hacía poco Zafiro S.A. había publicado mi primer disco en castellano, abriendo la polémica, mi designación para representar a TVE en Eurovisión puso sal a las heridas. Cantar el “La, la, la” en catalán fue hasta el último momento una posibilidad, pero, pocos días antes del Festival, al preguntarle sobre el asunto a Juan José Rosón, el hombre de TVE que estaba al mando de la operación, este me respondió: «Serrat, ¿usted qué quiere ser, un artista internacional o un artista provinciano?» Al día siguiente presenté mi renuncia. Designaron a Massiel para sustituirme y, afortunadamente, ganó.
Cuando aún estaba el tema Eurovisión muy caliente, iniciamos con Tete Montoliu una inolvidable gira de la que la autoridad gubernativa procedió a suspender varios conciertos, y en la que nunca sabíamos, hasta el último momento, si podríamos tocar o no.
Llegado
el momento en que a Tete le resultó muy complicado compaginar su
carrera de pianista de jazz con nuestras actuaciones, me presentó a
Ricard Miralles, que me ha acompañado a lo largo de buena parte de estos
50 años. Apenas nos conocimos que Lasso ya nos estaba mandando a paso
ligero a la carretera. Para el primer día nos firmó un doblete, tarde en
Palma de Mallorca y noche en Benidorm, donde llegamos con la lengua
fuera y más de una y dos anécdotas. Fue una prueba de fuego y, a partir
de ahí, la expresión «Sobran dificultades» ha sido una de nuestras frases de cabecera cuando surgía algún problema.
Con Miralles viajamos juntos a América por primera vez. Cuántas expectativas… y, sin embargo, vistos los resultados, qué cortas se quedaron. El primer puerto al que arribamos fue Río de Janeiro, para participar en su Festival de la canción con “Penélope”, una música de Augusto Algueró a la que puse letra. En Buenos Aires se incorporaron Gabriel Rosales, Enric López y Enric Oliva, que junto a Miralles formaron el cuarteto con el que seguimos durante varios meses por Argentina, Chile, México, Venezuela… Fue la gira del descubrimiento, del asombro: «Serrat descubre América y América descubre a Serrat.» Un amor a primera vista de dos que, buscando su camino, se encuentran y crean un vínculo tan estrecho que hace que hoy se me reconozca como un latinoamericano de Barcelona.
Déjenme decirles que yo también sucumbí a la tentación de una carrera de celuloide, aunque reconozco que me esforcé poco en ella y creo sinceramente que mi mayor contribución al progreso del cine fue abandonarla. Protagonicé tres películas: Palabras de amor (1968), dirigida por Antonio Ribas; La larga agonía de los peces fuera del agua (1969), bajo la dirección de Paco Rovira Beleta; y Mi profesora particular (1972), bajo la batuta de Jaime Camino y guión de Juan Marsé y Jaime Gil de Biedma.
1971 fue el año de la aparición de Mediterráneo, probablemente mi disco más emblemático. Tengo de él los mejores recuerdos. Escribí sus canciones en una habitación del Hotel Batlle, en Calella de Palafrugell, y lo presentamos en el Teatre Victòria de Barcelona durante las navidades.
El grupo lo formaban Burrull, Oliva, Roda, Moraleda, Rosales y un
cuarteto de cuerdas con Josep M. Alpiste, Joan Olivé, Joan Oliveras y
Pere Busquets. Un lujo.
Desde 1969 viajábamos asiduamente a América, donde empecé a echar raíces y hacer amigos. En México conocí a la Gordita y a los Taibo, una familia de españoles en cuya casa se reunía habitualmente, alrededor de una fabada, lo más granado del exilio republicano y de la mexicanidad progresista.
Estaban
Luis Buñuel, Max Aub, Luis Alcoriza, Juan Rulfo, Luis Rius, Luis Rejano
y Mantecón, a los que nos uníamos los que andábamos de paso: María
Dolores Pradera, Adolfo Marsillach, Víctor y Ana, yo y otros muchos que
encontramos cobijo y calor en aquella casa. Chile, Perú y sobre todo
Argentina empezaban a ser para mí lugares comunes.
En 1973 viajo por primera vez a Cuba, donde hacemos conciertos en el Teatro Roldán y en el Parque Lenin. Aquel mismo año, el 11 de septiembre, el general Augusto Pinochet encabeza un golpe militar que derroca y asesina al presidente Salvador Allende. Decido no regresar al país andino hasta que recupere la democracia robada.
En 1975 aparece “Piel de manzana” de manera casi clandestina, debido a unas declaraciones mías acerca de los fusilamientos de cinco militantes antifranquistas, y por las que me vi obligado a exiliarme a México, donde, a bordo de una motor home, a la que en honor de mi gran amiga María Elena bautizamos La Gordita, hice una gira de cinco meses.
El 20 de agosto de 1976 decidí volver a España. Estaba aún activo el Tribunal de Orden Público, pero a pesar de tener abierta una orden de aprehensión no fui detenido. Mi reencuentro con Barcelona fueron unos conciertos por distintos barrios de la ciudad, acompañado por Música Urbana, en un ambiente de ciudadanía recuperada: “Serrat als barris”. Y en eso conozco a Yuta, mi mujer, también llamada Candela, con la que acabaría por convertirme en un hombre casado.
Viví un tiempo sin techo fijo. Un día llegué al piso de Quico Sabaté para pasar allí la noche y mi estancia en aquella casa se prolongó más de un año.
Con
Quico colaboramos desde Espira, la agencia de publicidad que dirigía
junto a Alexandre Cirici, que en realidad escondía un nido de agitación
artística, cultural y política. Con Quico Sabaté creamos una productora,
Taller 83. Hasta su muerte en 2010, no hay proyecto de Serrat en el que
no haya participado.
A partir de 1977, Josep María Bardagí se convierte en mi arreglador de cabecera y se inicia con él una larga relación como músico y arreglador. En 1979 nace mi hija Maria y al año siguiente me quedo huérfano de padre.
En 1981 Miralles colabora conmigo en diversos proyectos: En tránsito (1981), Cada loco con su tema (1983), Fa vint anys que tinc 20 anys (1984), El Sur también existe (1985) —con versos de Mario Benedetti—, Sinceramente tuyo (1986) —grabado en Río de Janeiro con la colaboración de Gal Costa, María Bethania, Caetano Veloso, Raimundo Fagner y Toquinho— y Bienaventurados (1987). Entre un disco y otro tenemos tiempo para grabar un Serrat en directo (1984).
En 1983 fundamos con Quico Sabaté y Josep Maria Socias el ya mencionado Taller 83 S.A., productora desde la que se realizaron discos propios y ajenos, documentales, libros y programas de radio como La radio con botas.
Aquel año, además del fichaje de Maradona por el Barça, se produjo mi
vuelta a la primera cadena de TV española, en un programa con Carlos
Tena. Pero, sobre todo, llega por fin el día del deseado regreso a la
Argentina y a Uruguay, donde aterrizo de la mano de Chiche Aisemberg y
Les Luthiers, tras siete años de prohibición. Faltarían aún unos años
más para que ocurriera lo mismo en Chile. En 1990 el Estadio
Nacional de Chile estaba repleto. Un público más fiel que nunca cantó
conmigo todas las canciones a lo largo de dos de los conciertos más
emocionantes de mi vida. Gracias a la vida.
A la vuelta me puse a preparar La radio con botas, un programa que empezó a emitirse por Ràdio 4 de Radio Nacional en abril de 1991 y que era un resumen de los acontecimientos ocurridos en España y en el mundo entre 1940 y 1991, con vistas al 92. El 14 de noviembre de 1986 había nacido mi hija Candela, o sea que en 1992 estaba por cumplir seis años. Volviendo a los vaivenes de la banda, Kitflus, cuyo nombre real es Josep Mas, y que ya había formado parte del grupo musical, se incorporó como arreglador en 1991 y aportó a los discos y al directo un sonido más electrónico, con sintetizadores y secuencias. Entre otros, es responsable de los arreglos y la dirección de la Banda sonora d’un temps i un país (1996), un trabajo recopilatorio de las canciones más significativas de los tiempos de la Nova Cançó que me marcaron como persona y como cantante. Los únicos conciertos que celebramos en el Palau Sant Jordi de Barcelona fueron una auténtica fiesta popular, y por segunda vez, un disco mío en catalán, Banda sonora d’un temps i d’un país, se situó en el número 1 en las listas de ventas españolas.
De 1992 recuerdo especialmente tres conciertos. El primero de ellos, el 26 abril en la Plaza Bolívar de Bogotá, cuando los colombianos querían estrenar paz y salieron a la calle para exigírsela a los que hacen la guerra.
El
segundo concierto tuvo lugar el 6 junio en la Plaza del Congreso de
Buenos Aires. La lluvia se pasó toda la tarde amenazando con estropear
la reunión, pese a lo cual acudieron más de 200.000 almas. El tercero
fue el 9 octubre. Yo siempre digo que para todo artista un concierto es
un concierto, da igual que sea en el pueblo más pequeño o en Nueva York.
Bien, pues a mí me ocurrió en Nueva York y en el Lincoln Center con la
boletería agotada. A la tercera canción noté que iba perdiendo voz,
hasta que en cierto momento me quedé absolutamente mudo. Pedí al público
disculpas por tener que retirarme del escenario y le aseguré que le
sería devuelto su dinero; pero la gente me negó cualquier posibilidad de
escape, de modo que si yo no cantaba cantaría ella. Fue increíble. Los
músicos atacaban una canción, yo la iniciaba como podía y el público la
continuaba hasta el final.
El año 1995 pasó como una mala ráfaga que dejó varias muertes cercanas. El Perich, Guillem d’Efak, Ovidi Montllor, Antonio Flores, Pugliese y, el 20 de agosto, mi madre.
En
verano de 1996, iniciamos la gira con el espectáculo El gusto es
nuestro, junto a Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos. Dicha gira dio
para un disco en directo y se prolongó al año siguiente por América.
Seguimos en 1998 con Sombras de la China y en el 2000, con Cansiones. En
el 2001 muere Bardagí. La gente le conocía como el Maestro Bardagí y
durante muchos años tocamos juntos y fuimos más que amigos. Pese a ello,
solo escribimos a cuatro manos una canción (“Malson per entregues”),
una esquizofrénica «Pesadilla por entregas».
Avanzamos dos años. En 2003 le hago a mi amigo Joan Albert Amargós el encargo de preparar un concierto sinfónico con una selección de mis canciones. La idea es desnudarlas para volverlas a vestir con ropaje adecuado por una gran orquesta sinfónica. Durante el mes de septiembre se graba el disco con la participación de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya y, en diciembre, con la misma orquesta, se presenta el nuevo trabajo en el Palau Sant Jordi.
A continuación, y a lo largo de 2004, se realizan una serie de
conciertos con diferentes sinfónicas. En noviembre debo suspender la
gira al ser intervenido de un cáncer de vejiga. «No estaré recuperado ciento por ciento —me dije— mientras no vuelva a subirme a un escenario.»
Así que, en cuanto pude, llamé a Miralles y montamos un concierto de
piano, guitarra y voz que titulamos 100×100, con el que, en 2005,
primero, recorrimos el mundo, y después, en 2008 y 2009, recuperamos. Y
en 2006 volví a grabar un disco en catalán, diez años después de Mô. Con
este breve nombre conocen sus habitantes a Mahón, la capital de
Menorca, donde tengo una casa con una ventana desde la que se ve el
mundo, y donde muchas canciones han nacido oliendo a mar.
Siempre que nos juntábamos con Joaquín Sabina salía el tema: «Tenemos que hacer una gira juntos». Y un día la hicimos. Las apuestas estaban en que no íbamos a durar y, sin embargo, el concierto y el disco duraron y fueron un éxito. Tanto, que tuvo su remake en 2012, y en esta ocasión le dimos una vuelta de tuerca al proyecto, al escribir al alimón
un disco con nuevas canciones. Bajo la producción de Javier Limón, nos
embarcamos con el disco La orquesta del Titanic, alrededor del cual
construimos el nuevo espectáculo: Dos pájaros contraatacan. Fueron 34
conciertos que nos llevaron por Uruguay, Chile, Paraguay y Argentina, de
los cuales 19 tuvieron lugar en el prestigioso Luna Park de Buenos
Aires. Acabamos en la cancha del Boca Juniors, la famosa Bombonera, para
luego continuar en España con otros treinta conciertos. Como bien dijo
Sabina: «Este trabajo fue posible porque nuestras mujeres se llevan
bien y porque en España está severamente restringida la venta de armas
de fuego.»
Desde mi debut en el mundo de la música hasta la fecha no he dejado de escribir canciones, de grabar discos y de hacer giras por el mundo en los más variados formatos.
Un año sí y el otro también, mi objetivo ha sido escribir canciones
nuevas para montar un nuevo espectáculo y salir de gira otra vez. Yo, por lo menos, todavía no he descubierto una manera mejor de pasar la vida que haciendo giras y cantando para la gente.
Así que, en la medida en que la salud y el público me lo permitan, y
gracias a mi mujer, que ha tenido la generosidad de tirar del carro de
la casa, de los hijos y de los perros con el marido de gira, aquí sigo. Y
ahora viene ya la gira con la que me propongo conmemorar mis bodas de
oro con la canción.
Continuará.
JMS
Por aquel entonces empecé a darle a la guitarra y con tres amigos formamos un grupo musical cuya aventura no llegó lejos. Yo había escrito algunas canciones (“Una guitarra”, “La mort de l’avi”…), y el 18 de febrero de 1965 me estrené con alguna de ellas en el programa de Escamilla Radioscope, de Radio Barcelona. Aquello fue mi trampolín, y de la mano de Escamilla llegué a Edigsa —compañía discográfica con la que grabé mis primeros discos— y me incorporé de inmediato a Els setze jutges; un grupo heterogéneo de gente que escribíamos y cantábamos en catalán.
Y en eso llegó Lasso, quien se iba a convertir en mi primer representante artístico hasta finales de 1975, que me llevó a firmar mi primer contrato en castellano y, más tarde, al festival de Eurovisión. En 1968, Televisión Española escogió para que la representase en el Festival de Eurovisión la canción “La, la, la” del Dúo Dinámico, y me designaron para cantarla. Si hacía poco Zafiro S.A. había publicado mi primer disco en castellano, abriendo la polémica, mi designación para representar a TVE en Eurovisión puso sal a las heridas. Cantar el “La, la, la” en catalán fue hasta el último momento una posibilidad, pero, pocos días antes del Festival, al preguntarle sobre el asunto a Juan José Rosón, el hombre de TVE que estaba al mando de la operación, este me respondió: «Serrat, ¿usted qué quiere ser, un artista internacional o un artista provinciano?» Al día siguiente presenté mi renuncia. Designaron a Massiel para sustituirme y, afortunadamente, ganó.
Cuando aún estaba el tema Eurovisión muy caliente, iniciamos con Tete Montoliu una inolvidable gira de la que la autoridad gubernativa procedió a suspender varios conciertos, y en la que nunca sabíamos, hasta el último momento, si podríamos tocar o no.
Con Miralles viajamos juntos a América por primera vez. Cuántas expectativas… y, sin embargo, vistos los resultados, qué cortas se quedaron. El primer puerto al que arribamos fue Río de Janeiro, para participar en su Festival de la canción con “Penélope”, una música de Augusto Algueró a la que puse letra. En Buenos Aires se incorporaron Gabriel Rosales, Enric López y Enric Oliva, que junto a Miralles formaron el cuarteto con el que seguimos durante varios meses por Argentina, Chile, México, Venezuela… Fue la gira del descubrimiento, del asombro: «Serrat descubre América y América descubre a Serrat.» Un amor a primera vista de dos que, buscando su camino, se encuentran y crean un vínculo tan estrecho que hace que hoy se me reconozca como un latinoamericano de Barcelona.
Déjenme decirles que yo también sucumbí a la tentación de una carrera de celuloide, aunque reconozco que me esforcé poco en ella y creo sinceramente que mi mayor contribución al progreso del cine fue abandonarla. Protagonicé tres películas: Palabras de amor (1968), dirigida por Antonio Ribas; La larga agonía de los peces fuera del agua (1969), bajo la dirección de Paco Rovira Beleta; y Mi profesora particular (1972), bajo la batuta de Jaime Camino y guión de Juan Marsé y Jaime Gil de Biedma.
1971 fue el año de la aparición de Mediterráneo, probablemente mi disco más emblemático. Tengo de él los mejores recuerdos. Escribí sus canciones en una habitación del Hotel Batlle, en Calella de Palafrugell, y lo presentamos en el Teatre Victòria de Barcelona durante las navidades.
Desde 1969 viajábamos asiduamente a América, donde empecé a echar raíces y hacer amigos. En México conocí a la Gordita y a los Taibo, una familia de españoles en cuya casa se reunía habitualmente, alrededor de una fabada, lo más granado del exilio republicano y de la mexicanidad progresista.
En 1973 viajo por primera vez a Cuba, donde hacemos conciertos en el Teatro Roldán y en el Parque Lenin. Aquel mismo año, el 11 de septiembre, el general Augusto Pinochet encabeza un golpe militar que derroca y asesina al presidente Salvador Allende. Decido no regresar al país andino hasta que recupere la democracia robada.
En 1975 aparece “Piel de manzana” de manera casi clandestina, debido a unas declaraciones mías acerca de los fusilamientos de cinco militantes antifranquistas, y por las que me vi obligado a exiliarme a México, donde, a bordo de una motor home, a la que en honor de mi gran amiga María Elena bautizamos La Gordita, hice una gira de cinco meses.
El 20 de agosto de 1976 decidí volver a España. Estaba aún activo el Tribunal de Orden Público, pero a pesar de tener abierta una orden de aprehensión no fui detenido. Mi reencuentro con Barcelona fueron unos conciertos por distintos barrios de la ciudad, acompañado por Música Urbana, en un ambiente de ciudadanía recuperada: “Serrat als barris”. Y en eso conozco a Yuta, mi mujer, también llamada Candela, con la que acabaría por convertirme en un hombre casado.
Viví un tiempo sin techo fijo. Un día llegué al piso de Quico Sabaté para pasar allí la noche y mi estancia en aquella casa se prolongó más de un año.
A partir de 1977, Josep María Bardagí se convierte en mi arreglador de cabecera y se inicia con él una larga relación como músico y arreglador. En 1979 nace mi hija Maria y al año siguiente me quedo huérfano de padre.
En 1981 Miralles colabora conmigo en diversos proyectos: En tránsito (1981), Cada loco con su tema (1983), Fa vint anys que tinc 20 anys (1984), El Sur también existe (1985) —con versos de Mario Benedetti—, Sinceramente tuyo (1986) —grabado en Río de Janeiro con la colaboración de Gal Costa, María Bethania, Caetano Veloso, Raimundo Fagner y Toquinho— y Bienaventurados (1987). Entre un disco y otro tenemos tiempo para grabar un Serrat en directo (1984).
En 1983 fundamos con Quico Sabaté y Josep Maria Socias el ya mencionado Taller 83 S.A., productora desde la que se realizaron discos propios y ajenos, documentales, libros y programas de radio como La radio con botas.
A la vuelta me puse a preparar La radio con botas, un programa que empezó a emitirse por Ràdio 4 de Radio Nacional en abril de 1991 y que era un resumen de los acontecimientos ocurridos en España y en el mundo entre 1940 y 1991, con vistas al 92. El 14 de noviembre de 1986 había nacido mi hija Candela, o sea que en 1992 estaba por cumplir seis años. Volviendo a los vaivenes de la banda, Kitflus, cuyo nombre real es Josep Mas, y que ya había formado parte del grupo musical, se incorporó como arreglador en 1991 y aportó a los discos y al directo un sonido más electrónico, con sintetizadores y secuencias. Entre otros, es responsable de los arreglos y la dirección de la Banda sonora d’un temps i un país (1996), un trabajo recopilatorio de las canciones más significativas de los tiempos de la Nova Cançó que me marcaron como persona y como cantante. Los únicos conciertos que celebramos en el Palau Sant Jordi de Barcelona fueron una auténtica fiesta popular, y por segunda vez, un disco mío en catalán, Banda sonora d’un temps i d’un país, se situó en el número 1 en las listas de ventas españolas.
De 1992 recuerdo especialmente tres conciertos. El primero de ellos, el 26 abril en la Plaza Bolívar de Bogotá, cuando los colombianos querían estrenar paz y salieron a la calle para exigírsela a los que hacen la guerra.
El año 1995 pasó como una mala ráfaga que dejó varias muertes cercanas. El Perich, Guillem d’Efak, Ovidi Montllor, Antonio Flores, Pugliese y, el 20 de agosto, mi madre.
Avanzamos dos años. En 2003 le hago a mi amigo Joan Albert Amargós el encargo de preparar un concierto sinfónico con una selección de mis canciones. La idea es desnudarlas para volverlas a vestir con ropaje adecuado por una gran orquesta sinfónica. Durante el mes de septiembre se graba el disco con la participación de la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya y, en diciembre, con la misma orquesta, se presenta el nuevo trabajo en el Palau Sant Jordi.
Siempre que nos juntábamos con Joaquín Sabina salía el tema: «Tenemos que hacer una gira juntos». Y un día la hicimos. Las apuestas estaban en que no íbamos a durar y, sin embargo, el concierto y el disco duraron y fueron un éxito. Tanto, que tuvo su remake en 2012, y en esta ocasión le dimos una vuelta de tuerca al proyecto, al escribir al alimón
Desde mi debut en el mundo de la música hasta la fecha no he dejado de escribir canciones, de grabar discos y de hacer giras por el mundo en los más variados formatos.
Continuará.
JMS