QUIZÁS,
QUIZÁS, QUIZÁS…
Antes de pedirme el divorcio y dejarme sin
blanca, aún me recordó los tres minutos largos que empleé antes de decir “Sí,
quiero”. Y de no decidirme en comprar aquellas acciones de bolsa que nos
hubieran hecho más millonarios de lo que éramos.
Me llamó inmaduro y pusilánime. Y se largó
con un tipo que decía tener las cosas claras.
De eso hace tres años y todavía no he
decidido si utilizar arsénico o matarratas.
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