domingo, 21 de diciembre de 2014

Time



LANZAMIENTO DEL PWATCH TIEMPOLAS
(Josep Sebastián)
No me apetecía nada acudir a la presentación del nuevo modelo de la firma Pwatch, pero la curiosidad por el nombre que se le había puesto (Tiempolas) podía más que mi escasa afición a los eventos de carácter profesional. Además, yo era el jefe de ventas de la compañía y mi ausencia era del todo injustificable.
Los departamentos de I+D y Marketing habían apostado por un diseño espectacular en el nuevo producto. Aún padecíamos la repercusión que la caída de las torres gemelas en Nueva York había provocado en el anterior modelo estrella, el Pwatch Deconstruction. La presentación del reloj, con unos edificios cayendo y volviendo a elevarse en la esfera, fue una semana antes del ataque de Bin Laden.
En el caso del nuevo Tiempolas, en lugar de segundero olas espumosas iban y venían de extremo a extremo del reloj entre la arena y el mar infinito dibujados en la esfera. El tiempo parecía medirse en idas y venidas marinas. He de confesar que tanto la idea como el nombre me cautivaban.
La presentación se hacía en un antiguo almacén reconvertido en sala de exposiciones que la firma tenía para este tipo de actos. A media tarde la confluencia de distribuidores, comerciantes, diseñadores y otros animales socialmente afectos a esas causas ya se hacía notar. Algunos impecablemente vestidos, otros de medio traje y modernas diseñadoras a la manera más desenfadada, incluso un personaje que se le había ocurrido ir ataviado con esas bermudas más largas de lo normal y que tanto me irritaban. Se les llama piratas, creo.
A mi entender, la presentación se hizo larga. Lo peor fue cuando al aparecer en la gran pantalla el impactante diseño pusieron como música de fondo una versión de pésima calidad de “El lago de los cisnes” de Tchaikosky (no sé a qué venía, si en los lagos no suelen haber olas) que más bien podría haber sido “El charco de los patos”.
Después lo de siempre, argumentario de ventas, glosario de maravillas y cantos a la modernidad y la vanguardia de la técnica y el diseño. Los minutos (y las olas) pasaban plomizos, y en las últimas filas alguien se dedicaba a hacer barquitos de papel con el díptico a modo de invitación. Mi colega Ana bostezaba a escondidas. Todos en definitiva estaban esperando el momento de los canapés. Eran cerca de las ocho de la noche y los estómagos pedían acción. En mi caso había tomado un copioso almuerzo con otros directivos de la compañía y no velaba por cuatro croquetas o montaditos de ensaladilla, sino más bien por un cubalibre de ron con tres cubitos sumergidos que se fueran erosionando con el azote de las oscuras olas hasta mi boca.
El momento llegó. Más que una señal de ¡Al ataque! me pareció, al contemplar los ridículos pantalones de aquel colmo de la modernidad (un encargadillo de una tienda de relojes de un centro comercial, me dijeron), oír el grito mudo de ¡Al abordaje!. A pesar del hambre contenido, al final de la fiesta Ana aún se pudo llevar una bandejita con los comestibles sobrantes y montar una cena improvisada a su hija Irene.
Semanas más tarde se originó un enorme tsunami que devastó el sureste asiático. El departamento de marketing está estudiando volver a fabricar los relojes en formato digital.

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